Hortós Tura, Lluís

Fechas
Nacimiento: 
8 de febrero de 1915, en Argelaguer (Girona)
Profesión religiosa: 
15 de agosto de 1931
Martirio: 
26 de julio de 1936, en Lleida

“La semblanza moral del Sr. Hortós –leemos en una nota biográfica– es por extremo simpática y amable. Parecía hecho su espíritu de la mejor pasta y como si hubiera, su angelical patrón san Luis, infundido en él su celeste candor, que se traducía en una atrayente sencillez, bondad inagotable y jovialidad invicta, que frisaba presto en la risa franca. Un hombre tal no podía tener otros enemigos que los rojos. A las puertas de su alma parecían no llamar nunca las penas, según era de sereno y propenso a la sonrisa de su rostro. “Vd., señor Hortós, no tiene penas”, era la chanza que frecuentemente le gastábamos. Y se defendía de la imputación lo mejor que sabía. Una buena y tranquila conciencia “quasi juge convivium”, como un perenne convite.

Y el P. Calvo escribió:

Caracterizóle siempre una sensatez amable, callada y activa; suma docilidad, con un tanto de timidez, que hacía más disimulados y meritorios sus servicios y sacrificios. Muy espiritual y humilde; metódico y ordenado, y de limpísima y clara caligrafía. Sus dotes intelectuales eran medianas”.

Lluís Hortós Tura nació en Argelaguer, Girona, a las ocho de la mañana del 8 de febrero de 1915 y fue bautizado el 14 siguiente por Mn. Carlos Bolós recibiendo los nombres de Lluís Pere Jacint. Fueron sus padres Llorenç y Magdalena.

Por Argelaguer pasó el claretiano P. Emili Bover y animó a varios niños del pueblo a intentar la aventura de misioneros. Lluís fue uno de ellos que llegó a Cervera a fines de julio de 1925. Cursó dos años de humanidades en Barbastro y dos en Cervera. Terminado el noviciado, emitió sus primeros votos en Vic el 15 de agosto de 1931. Los estudios de filosofía y teología los siguió en Solsona y Cervera. Aquí le sorprendió la persecución religiosa que le llevó al martirio en Lleida el 26 de julio de 1936 junto con el P. Manuel Jové y sus trece compañeros de ideal misionero. Antes, cuando la dispersión y el largo camino de Sant Ramon hasta el Mas Claret, a donde se dirigía, se le hizo especialmente molesto porque el Sr. Hortós tenía sin articulación un dedo de uno de los pies por habérsele magullado al caerle encima una gran losa o pila, razón por la cual no podía correr mucho.

El retrato de buena persona, amable, alegre y sencillo corresponde a la realidad. Es confortante ver cómo el 26 de diciembre de 1935 evocaba con ingenuidad los años de su infancia en carta a su madre en catalán, con aquella su caligrafía preciosa y clara:

“Aún me acuerdo que tenía muy pocas ganas de trabajar y V., querida madre, para animarme al trabajo me decía: Si cavas esta hilera de maíz te daré 10 céntimos. Y entonces sí que trabajaba de veras”.

Otras veces volviendo del campo con su hermano, “primero subía a la carreta, pero en cuanto llegábamos a la “Salida”, donde había unos zarzales llena de gorriones, decía que tenía frío y quería bajar de la carreta. “¿Qué frío?”, le decía su hermano: “ganas de tirar piedras a los gorriones”. Y era verdad. Le gustaba vigilar al “Joanet”, su hermanito: no lo hacía bien, pero “me gustaba mucho porque así estábamos siempre juntos y podíamos ir con el carrito que nos había regalado el tío de Barcelona”.

A poco de llegar al seminario escribía a su madre: Los zapatos y pantalones que llevé de casa los hube de dejar por cortos y los zapatos por pequeños. Y le explicaba que había pasado 8 días enfermo muy bien asistido. Y le decía también: “Ahora les voy a decir una cosa: cuando vean C.M.P. significa en latín Cordis Mariae Postulans; en castellano significa “del Corazón de María Postulante”. Luego le contaba a su madre cosas más serias. Las leyes de la república obligaban a los seminaristas a ir al servicio militar y había que preparar la documentación necesaria.

«Por la situación actual religiosa y política no se angustien, aunque a veces hemos estado en peligro y en situaciones difíciles, sin embargo nunca nos ha pasado nada de especial. La Providencia de Dios es la que nos libra de todo peligro. Por eso tenemos que rezar con frecuencia a Dios que nos dé lo que más necesitamos tanto en el orden material como en el espiritual. Si lo hacemos así y procuramos ser buenos de parte nuestra, ya verás como siempre viviremos con paz y tranquilidad».

Son detalles insignificantes, pero que revelan el alma ingenua y sencilla de Lluís Hortós. “Sortitus est animam bonam” (Sab 8,19) solía decirse de la persona sencilla, ingenua, amable y tranquila como él. Y supo poner en la vida comunitaria la amabilidad y espíritu de servicio sin ponerse nunca medallas por ello, sino iluminando todas las situaciones con la luz de una amable sonrisa. No siempre lo tuvo fácil. Hubo de trabajar duro para seguir los estudios. No estaba bien dotado para ellos. Pero supo sacarlos adelante como un medio necesario para poder ser más adelante un misionero como el P. Emili Bover o los PP. Lluís Soler y Francesc Segú “los mejores predicadores que nuestra Congregación tiene aquí en Catalunya” y que iban a predicar en breve una misión en Argelaguer. “Su hijo que le ama de corazón”: así se despedía en diciembre de 1935. Ni él ni su madre podían prever que las próximas navidades las pasaría en el cielo dando el testimonio por Cristo no predicando sino muriendo, como los Inocentes.