Jové Bonet, Manuel
El P. Manuel Jové Bonet fue el responsable de acompañar hasta su pueblo de Rocafort de Vallbona al grupo de 14 estudiantes claretianos que, expulsados de la exuniveridad de Cervera, buscaban un refugio seguro en aquel lugar supuestamente tranquilo. Desde el Mas Claret –la finca que la comunidad claretiana de Cervera poseía a unos 7 kms. de la ciudad– partieron sobre las dos de la tarde del 24 de julio y por caminos menos frecuentados llegaron a Montornès donde pasaron la noche y por la mañana del 25, a la vista de Ciutadilla fueron apresados. Cuando el P. Jové, que se había adelantado hasta Rocafort se enteró de lo ocurrido, renunció a huir para salvarse. Él también fue apresado y conducido al centro socialista de Ciutadilla donde se reunió con los estudiantes y sufrió de parte de algunos milicianos vejaciones y torturas estremecedoras, hasta que el día 26 de julio, previa una parada en Verdú, fue conducido con todo el grupo al cementerio de Lleida donde fueron fusilados. Antes, a la pregunta de si querían morir por Dios, el P. Jové y sus compañeros respondieron con un sí valiente y sellaron con la sangre la fe que había dado sentido a su vida.
Manuel Jové Bonet nació en Vallbona de les Monges, un venerable monasterio cisterciense, el día 14 de septiembre de 1895 y fue bautizado por Mn. Isidre Gual al día siguiente. Fueron sus padres Joan y Ramona, personas de profunda vida cristiana. A los cinco años empezó a ser monaguillo en la iglesia del monasterio. “Su carita angelical, escribe el capellán Mn Francesc Bergadà, su carácter grave y reposado, dada su tierna edad, el respeto y obediencia que me profesaba… todo, absolutamente todo eran motivos que lo hacían simpático y atrayente”. Tenía un tío misionero claretiano, el P. Martí. Esta circunstancia pudo influir en la vocación del niño Manuel que fue admitido en el seminario el 20 de marzo 1906.
Cursó las humanidades en Vic y vivió el año de noviciado en Cervera donde profesó por vez primera el 15 de agosto de 1912 y el 14 de septiembre de 1916 lo hizo perpetuamente.
En Cervera cursó también la filosofía y la teología, pero estudió la moral y el derecho en Alagón (1918-1920). Aquí recibió todas las órdenes, desde la tonsura (1918) hasta el presbiterado que se efectuó en Zaragoza el día 29 de mayo de 1926. Todas administradas por el arzobispo de Zaragoza Juan Soldevila Romeo.
El ministerio preferente del P. Jové fue el de profesor de latín y francés, para lo cual pasó un tiempo en Francia. No era el profesor atípico se contenta con dar la clase sino el creativo que nunca dice basta.
Estudió latín sobre todo y dedicó sus esfuerzos a convertirlo en lengua de uso con la incorporación de palabras o acepciones nuevas para expresar conceptos nuevos, desde la máquina de escribir hasta la máquina de tren, desde el despacho al deporte. Y rayó muy alto en este campo.
Trabajó incansablemente por restablecer la pronunciación clásica del latín, superando los particularismos de la fonética italiana, catalana, castellana o francesa. En esto chocó con la rutina ambiental que casi nunca le secundó en este aspecto.
Colaboró activamente en la revista latina Alma Roma y mereció ser admitido como socio en la Academia de estudios latinos de Francia. Tradujo al latín el libro del P. Claret Apuntes de un plan para conservar la hermosura de la Iglesia y preservarla de errores y vicios, Madrid 1868 con el título de Episcoporum stimulus.
Preparó también una gramática latina que no pudo terminar. Y se empleó a fondo para confeccionar un diccionario latino-español para la editorial Sopena. La guerra incivil que terminó con la vida del autor dio también el carpetazo definitivo a esta obra.
Pero su obra más interesante fue la fundación y publicación de la revista escolar Candidatus Latinus (desde enero de 1928) que pronto adquirió ámbito internacional al convertirse en Palaestra Latina (desde 1930) con motivo del bimilenario de Virgilio.
Él fue el autor, el promotor que supo crear a su alrededor una escuela de latinistas de renombre internacional. Desde la cátedra de latín supo entusiasmar a sus alumnos por el latín y con ellos, ya maduros, pudo contar y contó para llevar a cabo esta tarea.
Toda esta actividad cultural venía animada y cultivada desde una profunda espiritualidad misionera y desde una humanidad que desbordaba en la alegría de su rostro y en la amabilidad exquisita en el trato, especialmente con los alumnos más necesitados de ayuda y comprensión.
Una nota lo define así: “Magister sapiens, religiosus fervens atque virtutum excultor, Filius Immaculati Cordis B. M. Virginis Mariae fidelissimus atque amantissimus, Sacerdos totis viribus Deo deditus, suavi ac simplici sermone ornatus, deliciae erat fratrum et sodalium. Magnos quasi inscius labores et sacrificia patrabat. Candore puer, bonum omnibus excogitabat, nullisque offendebatur molestiis. Humilitate clarus omnes superiores existimabat gaudebatque eos super candelabrum elucere, ipso in obscuro relegato. Electos juvenes privatas edocebat lectiones idemque cum ignaris sollicitus et adsiduus peregit”. [Maestro sabio, fervoroso religioso y cultivador de las virtudes, fidelísimo y amantísimo Hijo del Inmaculado Corazón de María, sacerdote entregado en cuerpo y alma a Dios, de conversación suave y sencilla que era las delicias de hermanos y compañeros. Casi sin darse cuenta soportaba grandes trabajos y sacrificios. Candoroso como un niño pensaba siempre bien de todos y no se sentía incomodado por molestia alguna. Notable por su humildad, consideraba a todos como superiores y gozaba cuando ellos lucían sobre el candelero y él quedaba relegado en un rincón. Daba clases especiales a los jóvenes más dotados y lo mismo hacía con el mismo interés y asiduidad con los más retrasados.]
Al frente de los 14 jóvenes claretianos dio su vida por ellos y compartió con ellos las vejaciones y torturas en el centro socialista de Ciutadilla y el martirio en el cementerio de Lleida el día 26 de julio de 1936