Codina Picassó, Frederic

Fechas
Nacimiento: 
8 de mayo de 1888, en Barcelona
Profesión religiosa: 
15 de agosto de 1904
Ordenación sacerdotal: 
23 de junio de 1912
Martirio: 
21 de julio de 1936, en Lleida

El 18 de julio de 1936, el P. Frederic Codina Picassó, que celebraba su onomástico, visitó con el P. Agustí Lloses, a una bienhechora de la comunidad y hablando de los sucesos que se iban precipitando, dijo: “Está la situación rematadamente mala; y mañana veremos nuestras cabezas rodando por las calles”.

Estas palabras impresionaron a todos y especialmente al joven P. Agustí Lloses. Era al atardecer. Ya por la mañana, uno de la comunidad preguntó: ¿Está preparado el pollo para la comida? –Pues no lo sé, respondió Joan Garriga, el Hermano cocinero. Ni siquiera sé podremos comer. Ha habido un levantamiento en Marruecos que repercutirá sin duda en la Península.

El día 19, celebradas las misas de costumbre y cerradas las puertas de la casa por precaución, el P. Frederic Codina mandó que todos se vistieran de paisano y dio libertad para permanecer en la comunidad o refugiarse en alguna casa amiga.

El día 21 el P. Codina hubo de interrumpir la misa cuando estaba en el evangelio y enseguida, con los demás miembros de la comunidad y todos menos tres salieron a refugiarse a una casa vecina donde les acogió amablemente la Sra. María Jaques.

El P. Codina llevaba consigo la Eucaristía, dio la comunión al P. Miquel Baixeras que no había podido comulgar, y luego las escondió porque ya estaban en la puerta los milicianos para practicar un registro. En un momento de calma, todos, se arrodillaron a los pies del R. P. Superior y ofrecieron sus vidas por Dios y por la salvación de España. El P. Frederic les dio la absolución general.

Cuando entraron los milicianos, se llevaron a la cárcel a los que encontraron. Solo los PP. Superior y Joan Busquet fueron trasladados a gobernación a prestar declaración. El P. Busquet quedó libre debido a su avanzada edad y a su vista casi totalmente perdida, y el P. Codina quedó sólo en poder de los sicarios.

Se dirigía a pie hacia la cárcel cuando a los pocos pasos, recibió una descarga que sólo le permitió avanzar unos metros más para caer exánime sobre la acera. Era el primer mártir de la Provincia de Catalunya.

El P. Frederic Codina, tendido en plena calle Mayor de Lleida a las once de la mañana de aquel día 21 de julio y envuelto en su propia sangre como en una aureola brillante, era sólo la primera flor de martirio que brotaba en el suelo de nuestra Provincia que muy pronto iba a quedar cubierto de rojas amapolas encendidas de heroísmo, como escribe el P. Jesús Quibus.

El beato Frederic Codina Picassó nació en Barcelona el 7 de mayo de 1888 y recibió el bautismo el día 13 del mismo mes y año. Fueron sus padres Frederic y Elvira, de condición modesta. Sintió pronto la llamada de Dios y su madre lo cedió muy gustosa a la Congregación claretiana a pesar de su pobreza.

Tenía entre 11 y 12 años cuando ingresó en el seminario claretiano de Barbastro para cursar latín y demás asignaturas de Humanidades.

En verano de 1903 pasó al Noviciado y profesó por vez primera el 15 de agosto de 1904 en Vic. Con él profesaron otros 13 novicios, que habían tenido como maestro al P. Mariano Fernández.

Estudió filosofía y teología en los centros de formación de la Provincia que eran por entonces Cervera y Alagón.

En Cervera recibió la tonsura de manos del Rmo. P. Ermengol Coll, vicario apostólico de Fernando Poo el 15 de julio de 1906. En Zaragoza recibió el subdiaconado y el diaconado de manos de Don Juan Soldevila Romero, arzobispo de Zaragoza. Finalmente fue ordenado sacerdote el 23 de junio de 1912 por el ya mencionado Rmo. P. Ermengol Coll, en Alagón.

Su vida misionera se desarrolló en dos etapas: primero como profesor de retórica en Barbastro hasta el año 1917. Αdemás de retórica, enseñó también griego e historia de España.

En la segunda etapa fue predicador celoso, elocuente y notable en Cervera y en otras comunidades. A partir de 1925 ejerció el cargo de superior en diversas comunidades: Berga, Cervera, Lleida, Xàtiva, de nuevo en Cervera y finalmente en Lleida por segunda vez.

Su superiorato en Cervera fue especialmente conflictivo por la amenaza constante de las fuerzas enemigas de la Iglesia que intentaban arrojar a los misioneros del gran edificio de la exuniversidad para sus intereses. Necesitó toda su prudencia y paciencia para gobernar aquella numerosa comunidad sin el apoyo efectivo y visible del gobierno general.

En todas las Casas dejó muy buen recuerdo como hermano de comunidad y como superior al servicio de todos y cada uno de los hermanos.

Un testigo da sobre la vida del P. Federico Codina un testimonio en el que coinciden todos los demás que lo conocieron y compartieron con él la vida de comunidad misionera: Celebraba la misa con mucha piedad; predicaba con frecuencia y con fruto; era asiduo en el confesonario; y cuando se le llamaba a confesiones de enfermos iba de buena voluntad. Trataba con mucha caridad a las personas. Era abnegado y paciente; era de carácter afable, aunque a veces tenía algunos arrebatos de genio. Gozaba de buena fama y de la estimación de los que le conocían. Siempre trataba a sus hermanos de religión con mucha caridad.

Como compañero muy amable y asequible, como superior muy prudente y adicto a sus Superiores; como religioso muy observante y piadoso y como predicador, muy buen orador y celoso de la gloria de Dios. Este era el concepto que se habían formado todos los que con él convivieron. Tenía las virtudes de superior competente, de bondad y caridad, celo y abnegación, fidelidad a sus Superiores y religioso de celo apostólico y de gran actividad por la salvación de las almas.

Nuestra familia –escribe un testigo– experimentó palpablemente la protección del P. Codina, al que nos encomendábamos ansiosamente por el compromiso en que estábamos metidos por habernos confiado, antes de estallar la revolución, gran número de objetos religiosos de mucho compromiso. A pesar de nuestra marcada significación derechista y religiosa, cosa que llegamos a considerar milagrosa, pues ni siquiera fue abierto el piso en el tiempo que tuvimos que abandonarlo por motivo del incendio de la catedral.