Una nueva parroquia

26/02/2006
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«Muchos pequeños grupos de personas, en muchos lugares pequeños, haciendo muchas pequeñas cosas pueden cambiar el mundo». Me han venido a la memoria estas palabras al recordar que hoy tendrá lugar, en el barrio de Balàfia, la consagración del nuevo templo parroquial.

Este nuevo espacio sagrado ocupará una pequeña área con respecto a la extensión del barrio. Sin embargo, la parroquia de Sant Antoni Ma. Claret, con su comunidad ferviente y activa, debe ser fermento de una vida rica en convivencia, en trato amistoso, en ayuda mutua, en atención y acogida de los más débiles del barrio, en anuncio de la Palabra de Dios y en la Celebración de los sacramentos Todos deben sentirse en casa: amarla, cuidarla, preocuparse por sus necesidades, trabajar juntos. La riqueza de un templo son sus fieles activos y comprometidos.

La parroquia de Balàfia, como toda parroquia, debe ser, sobre todo, una comunidad que ora, que aprende a orar y enseña a orar. Además de alimentar la fe con la oración, debe transmitir esta fe con una adecuada catequesis. Y debe asegurarse de que la vida de los fieles gira alrededor de la Eucaristía, que los conduce hacia la caridad y el servicio. Ayudar a las familias para que los padres puedan cumplir su misión educativa. Sienta la necesidad de no vivir cerrada, preocupada sólo por su vitalidad interna, sino abierta al barrio con sus necesidades y legítimas aspiraciones. Estén muy conscientes de que su futuro está en los jóvenes y buscan, a través de otros jóvenes, estar presentes en entornos juveniles. Mantenga un gran espíritu misionero, preocupándose por el crecimiento del Reino en todas partes del mundo.

Queremos la Parroquia de Sant Antoni Ma. Claret, del barrio de Balàfia, sea «lugar» de comunión de los creyentes, y al mismo tiempo, «signo e instrumento» de la vocación de todas las personas a la comunión; en una palabra, que sea la casa abierta a todos y al servicio de todos, o, como preferiría llamarla el Papa Beato Juan XXIII, ser «la fuente de la aldea, donde todo el mundo acude para apaciguar su sed».

Francesc Xavier, Obispo de Lleida