Domingo III de Pascua

Ciclo y fecha
Cicle: 
A
Temps: 
Pascua
Data : 
Domingo, 23 Abril 2023
Compartir todo lo que tú, Padre, nos das gratuitamente

Padre nuestro, Señor de la vida, te pedimos
que anhelemos aprender el camino de la vida.
El camino no es otro que Jesús;
por eso debemos invitarle y recibirlo
cada día como compañero de camino;
escuchar y guardar su palabra,
incluso si nuestro modo de pensar
no coincide con el suyo.

Sobre todo, debemos saber invitarle
a que se quede con nosotros,
y aceptar y cederle el lugar
de presidencia de la mesa, y que nos alimente
con el pan de la vida y la fraternidad.

Que deseemos, Padre, como tú deseas,
la felicidad de todos, y que
nuestra actitud de discípulos
de Jesús resucitado sea un signo indicativo
de cómo esta felicidad puede recibirse.

Hazla llegar a quienes más sufren
a causa de la enfermedad, la soledad,
los rompimientos familiares, el desempleo
o las injusticias humanas.

Que la esperanza que Jesús resucitado ofrece
nos mueva a hacer felices a los demás,
siendo capaces de compartir
todo lo que tú, Padre, nos das gratuitamente.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Señor, los de Emaús pudieron verte porque fueron capaces de acogerte

Señor, los momentos que nos tocan vivir
son poco reconfortantes.
Todos conocemos o sufrimos en propia persona
despidos y escasez.
No supimos verte cuando todo iba bien
y ahora necesitamos que nos abras los ojos
para que te sintamos presente.
Aumenta nuestra fe, Señor.

Señor, los de Emaús pudieron verte
porque fueron capaces de acogerte.
También ahora vienes disfrazado de peregrino,
pero vivimos tan obsesionados por la seguridad
que a veces te dejamos pasar de largo.

Señor, nos pasa como a los de Emaus.
Nos parece que nuestras ilusiones eran vana quimera.
Cada vez somos menos
e incluso nos sentimos ridiculizados.
Que en esta Eucaristía descubramos
que la fe y la ilusión, no son mérito nuestro.
Tú les devolviste la alegría a los discípulos
y también quieres dárnosla a nosotros.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Donde mejor te reconocemos

Era domingo,
el primer día de Pascua.
Pero aquellos dos discípulos,
como a menudo nos ocurre a nosotros mismos,
no veían más allá, Señor,
no te podían reconocer, abatidos como estaban,
con los ojos empañados por las preocupaciones.

De nada sirvieron
el largo camino,
ni la conversación, todavía obsesiva,
ni la compañía de otro caminante,
ni el recuerdo de tus obras y tus palabras,
ni el relato de las mujeres del grupo,
ni siquiera las sagradas Escrituras,
ni ninguna otra cosa salvo volver a verte.

Ahora sabemos
lo que nos ayuda a reencontrarte,
y te pedimos saber i desear hacerlo:
la acogida, compartir la mesa,
y, sobre todo, partir el pan de la Eucaristía.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Invitarle a que se quede con nosotros

Padre nuestro, Señor de la vida,
haciéndonos eco del salmo te pedimos
que anhelemos aprender el camino de la vida.

El camino no es otro que Jesús;
por eso debemos invitarle y recibirlo
cada día como compañero de camino;
debemos abrirle el corazón para poder
escuchar y guardar su palabra,
incluso si nuestro modo de pensar
no coincide con el suyo.

Sobre todo debemos saber invitarle
a que se quede con nosotros
y aceptar cederle el lugar
de presidencia de la mesa, y que nos alimente
con el pan de la vida y la fraternidad.

Que deseemos, Padre, como tú deseas,
la felicidad de todos, y que
nuestra actitud de discípulos
de Jesús resucitado sea un signo indicativo
de cómo esta felicidad puede recibirse.

Hazla llegar a quienes más sufren
a causa de la enfermedad, la soledad,
los rompimientos familiares, el desempleo
o las injusticias humanas.

Que la esperanza que Jesús resucitado ofrece
nos mueva a hacer felices a los demás,
siendo capaces de compartir
todo lo que tú, Padre, nos das gratuitamente.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Al partir el pan de la eucaristía, te haces presente entre nosotros

Confieso que me muero de curiosidad, Señor,
y que si tuviera una máquina del tiempo
iría con las mujeres muy de mañana el domingo
hasta la entrada del sepulcro,
y me reuniría con los once
esperando secretamente tu aparición.

Y así voy fantaseando, Señor,
lamentando que esto no sea posible,
hasta que se me ocurre ponerme en la piel
de la pareja de discípulos que caminan,
cabizbajos, hacia Emaús.

Con ellos caigo en la cuenta que ahora
va en serio,
que no necesito ninguna máquina del tiempo
para reconocer que alguna vez
yo he tirado la toalla,
que también tengo un corazón que se puede abrir
y acoger a quien camina a mi lado,
que también tengo las Escrituras a mi alcance
y que, al partir el pan de la eucaristía,
te haces realmente presente entre nosotros.

Gracias porque puedo compartir este encuentro
en la comunidad de los hermanos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Tú sales siempre a nuestro encuentro

Gracias, Señor, por revelarnos
el sentido de las Escrituras
y por alimentarnos con tu pan.
Gracias porque podemos encontrarte
cada día en la celebración eucarística.

Como los discípulos de Emaús,
a veces estamos desilusionados,
creemos que ya no estás a nuestro lado,
que nos has abandonado.

Pero Tú sales siempre a nuestro encuentro,
recorres con nosotros el camino de la vida
y fortaleces nuestros corazones indecisos,

Gracias por darnos el Espíritu Santo
que nos ayuda a entender lo que vivimos
a la luz de tu Palabra.
Gracias por hacerte presente
en la fracción del pan,
un signo del amor infinito
que tienes por cada uno de nosotros.

Te pedimos perdón por cada vez
que no hemos compartido con los hermanos
el fuego que has encendido en nosotros.
Es maravilloso ver cómo los demás
también han experimentado lo mismo.

Gracias por tus ministros
que proclaman la Palabra
y hacen posible tu presencia
en la fracción del pan.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret