Padre nuestro, Dios de la vida, recordamos hoy
a todos nuestros hermanos y hermanas
que ya terminaron su camino
en este mundo;
y lo hacemos con la confianza de saber
que han sido recibidos en tu casa,
que tú nos dices que es también nuestra casa.
Te damos gracias, Padre,
por la esperanza que nos ofreces,
por tu deseo de que todos lleguen
a la plenitud de la vida,
que es la comunión contigo
y con toda la humanidad
en un universo renovado por tu amor.
Te pedimos por todas las familias
que han perdido alguna persona querida
a lo largo del último año.
Que nadie tenga que morir
sin el afecto de la familia o de los amigos,
ni a causa de la violencia
o por falta de atención médica,
de alimentos o higiene
y, sobre todo, que nadie muera sin esperanza.
Que, mirando a tu Hijo Jesús,
aprendamos a valorar como él la vida humana,
a estar al lado
y aliviar el sufrimiento de los que lloran
o pierden la esperanza;
que aprendamos a construir,
con la fuerza de tu amor y de tu palabra,
un mundo más humano y fraterno
que empiece a ser signo y prenda
de la plenitud que nos prometes
y en la que nosotros creemos.
¡Haznos testigos de esta esperanza!