Domingo XIII del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
A
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 28 Junio 2026
Lléname de tu amor para que aprenda a amar

Jesús, de ti he aprendido muchas cosas.
Sobre todo he aprendido a amar de verdad
i a valorar la riqueza de vida que hay en mí.

Cada vez que me he encerrado en mí mismo
por egoísmo o comodidad,
veo que me he empobrecido como persona
y que, por buscar una paz fácil,
he caído en un estado de modorra y vacío.

Me haces comprender que para vivir de verdad
y para ser feliz, útil y valioso en este mundo,
me he de dar a los demás y compartir con ellos
lo que soy y lo que tengo,
mi tiempo y mis cualidades.

Pero todavía tengo que descubrir algo más:
me dices que cuando acojo y amo a los demás,
te acojo y te amo a ti y al Padre del cielo;
y que cuanto más os ame a vosotros,
mayor será mi amor a los demás.
Lléname de tu amor para que aprenda a amar.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
No puedo acogerte al comulgar si no te acojo en los hermanos

No puedo acogerte al comulgar
si no acojo tus palabras en el evangelio,
si no te acojo en los hermanos
que me pones al lado,
también en aquél más difícil de soportar,
también en aquél que me trastorna
mis planes, tan míos…

No puedo decir que escucho tu voz si
en las pequeñas y en las grandes decisiones
no escucho la voz de los hermanos
como si fuera la tuya, sin juzgar,
acogiendo en el corazón el eco
de tu palabra que ellos me acercan.

Perdón, Señor, porque esta sociedad
que a veces se dice cristiana
la hemos hecho entre todos cerril y prepotente,
sorda a tu voz
que grita en tantos pobres y pequeños
a nuestras fronteras
y sólo encuentran obstáculos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Nuestro egoísmo nos condena a la esterilidad

Señor, ¿cuántas veces has venido a nuestra casa
y no te hemos reconocido
ni te hemos acogido como es debido?
Te hemos dejado pasar sin ofrecerte
una cama, una mesa, una silla o una lámpara.
Nuestro egoísmo nos condena a la esterilidad.

En cambio, a veces,
los que no son de los nuestros,
como la sunamita de la historia de Eliseo,
nos dan una lección de solidaridad,
de cómo nos deberíamos comportar.
Nos enseñan a ser humanos,
a ofrecer lo que tienen,
a compartir lo que son.

Y esta entrega acaba siendo fecunda,
genera alegría, ganas de vivir,
amistad, compañerismo, fraternidad.
Estos son los frutos de tu presencia.

Danos la fuerza para ser desprendidos
y la humildad de saber recibir tus dones gratuitamente.

Enséñanos a renunciar
para tener las manos libres
y poder alojar en casa
a tantos profetas anónimos,
pero también para recibir la vida que nos das.
A veces estamos tan llenos de vacuidades
que somos incapaces de acoger tanta bendición.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret