Señor Resucitado, gracias porque,
como escucharon las mujeres la mañana de Pascua,
tú vas por delante de nosotros en la vida diaria,
en la evangelización del mundo
y en la misión de ser tus testigos.
Gracias por tantos signos de esperanza
y de vida auténtica que podemos ver cada día
como fruto de tu amor y de tu presencia
y la del Espíritu Santo en el mundo:
haz que los sepamos descubrir y valorar.
Gracias porque con la fuerza de tu Pascua
renuevas nuestra vida,
nos llenas de esperanza
y nos dices que vale la pena
dedicar la vida a hacer el bien y a servir,
a ser discípulos y anunciadores de tu Evangelio.
Gracias por los testigos que vemos cada día
y que nos hablan de ti: mujeres y hombres,
ancianos, adultos, jóvenes y niños
que viven la fe con alegría y coraje,
que dan sentido a la propia existencia
y contagian el gozo profundo
del Evangelio y la Resurrección.
Gracias porque tu Iglesia
no se cansa de fijar en ti sus ojos
y de encontrar en ti y en tu palabra
las razones de su existir y de estar presente en el mundo.
¡Gracias, Señor Jesús Resucitado!