Dios y Padre de Jesucristo y nuestro,
te damos gracias porque tus palabras
indican que Jesús es tu Hijo amado,
y al decirnos que le sigamos
nos descubres cuál es nuestra vocación
y el camino que debemos seguir siempre.
También te damos gracias porque Jesús
ha venido para ser nuestro hermano,
dándonos la buena noticia y la certeza
de que tu amor y bienquerencia de Padre
alcanzan a todos, sin excepción.
Hoy te pedimos, Padre, que sigamos
lo que dijo Jesús en lo alto del monte:
“Levantaos, no temáis”.
Que no temamos caminar siempre
al lado de Jesús que sube a Jerusalén
y es servidor y portador de vida y esperanza
para cuantos se cruzan en su camino.
Que la Iglesia esté siempre en camino para
acercarse, conocer, amar y seguir a Jesús,
asumiendo sus actitudes y propuestas.
En camino de encuentro fraterno
con todos los que te buscan,
para ayudarnos mutuamente a encontrar
tu luz y tu verdad.
En camino de proximidad solidaria
a los más olvidados de la sociedad, para decirles
que tú no olvidas ni marginas a nadie.
En camino para acompañar a los que sufren
o a los que han perdido toda esperanza
para ayudarles a recuperar el sentido de la vida.