Jesús,
el camino de mi encuentro contigo
pasa por la mediación de tus testigos.
Con tus palabras y actitudes
son los precursores
que me conducen a ti.
A veces tengo la tentación de quedarme en ellos,
porque no veo la necesidad de ir hasta ti
o porque me resulta más fácil comprender
sus gestos y sus palabras.
Cuando me decido a seguir
el camino que me indicas,
-como aún no te veo ni te conozco suficientemente-,
tengo sensación de inseguridad
y de desequilibrio.
Pero tu Espíritu me va guiando, esperanzado,
y me ayuda a descubrirte ya presente en mi interior.
¡Tú ya estabas en mí, pero yo no lo sabía!
Este encuentro, impregnado del Espíritu,
me hace vivir una paz y una alegría,
que solo tú me puedes dar,
porque me haces conocer mi grandeza
y me ofreces
una comunión de amor para siempre.
¡Gracias por esta vida eterna
que ya compartimos!