Padre nuestro del cielo,
es a ti que venimos, a ti que regresamos.
Como el hijo pródigo que volvió,
añorando el hogar, arrepentido,
nos levantamos hoy para emprender el camino de Cuaresma,
que es camino de regreso, humilde y confiado,
hacia ti, de quien nos habíamos apartado o huído.
Tú que ves lo que está oculto,
que ves el fondo de nuestros corazones,
sabes que la mejor recompensa, que podemos esperar
-si es que alguna merecemos-,
es reenconrtrarnos contigo,
en el abrazo del perdón.
No actuaremos más como la gente, ni por la gente,
sino por ti, como nos ha recomendado Jesús.
Ayudar y dar limosna sin ostentación, por amor.
Orar más, mucho más, ante ti, como un respiro.
Ayunar recordando que somos polvo,
pero con la sonrisa de quien vive más por Dios.