Domingo XI del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
B
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 16 Junio 2024
Tu Palabra es fuente de vida y salvación para todos

Te damos gracias, Señor Jesús,
porque en cada celebración
nos diriges tu Palabra
que invita a vivir como discípulos
y a colaborar en la construcción del Reino;
haznos oyentes y practicantes de la Palabra,
tanto personalmente
como en grupos de oración y reflexión; ayúdanos
a saber escuchar con la actitud de María,
que guardaba la Palabra en el corazón
y se disponía a vivirla con toda generosidad,
o con la actitud de Pablo, que te preguntaba:
“¿qué debo hacer, Señor?”.

Te pedimos, Señor Jesús, que fructifique
todo lo que vas sembrando cada día
en el corazón de las personas y comunidades.

Al acercarnos ya al final de curso,
haz que todo lo que cada comunidad ha sembrado
en el corazón de niños, adolescentes y jóvenes,
a través de la catequesis y las celebraciones,
pueda llegar a madurar,
así como todo lo que se va sembrando en la escuela
y en el día a día de la vida familiar.

Haz, Señor Jesús, que no seamos
comunicadores de las propias palabras,
sino de tu Palabra,
que es fuente de vida y salvación para todos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Quieres que te hagamos presente en nuestro mundo y sembremos esperanza

Señor, nuestras ideas un tanto triunfalistas
nos llevan al desánimo
cuando vemos que cada vez
somos un grupo más pequeño.
Somos una pequeña semilla que poco a poco
va extendiendo tu mensaje
y de alguna manera
hace el mundo más habitable
y a los hombres más hermanos.

Señor, el Reino
al igual que la semilla una vez sembrada
ya no tiene vuelta atrás.
Los desvelos del sembrador acaban
cuando ha sembrado y abonado el campo.
La cosecha siempre parece pequeña
pero la semilla fructifica.
Nuestro trabajo es sembrar.
Tú harás fructificar nuestra tarea.

Señor, el Reino
se extiende con nuestro esfuerzo.
No hay que esperar al futuro
ni podemos soñar milagros
que transformen los fracasos en éxitos.
Quieres que te hagamos presente
en nuestro mundo y sembremos esperanza.

Señor, ante la multitud
de personas sin trabajo
nos sentimos realmente desarmados.
Cúrame, Señor, de mis apatías,
de mi falta de generosidad.
Que sea capaz de perder mi seguridad
para que otros puedan mirar el mañana
sin temor.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
No puedo controlar la vida

Señor,
la fuerza de vida que hay en mí es tan grande
que crece noche y día, sin que me dé cuenta de ello.
Tengo una capacidad infinita de vida,
porque viene de ti y me lleva hasta ti.

Es importante que sea consciente
y que colabore en mi crecimiento
eliminando los obstáculos que lo pueden estropear.

Haz que trabaje con todas mis fuerzas
para hacer crecer y proteger mi vida,
como si todo dependiera de mí;
pero que lo haga con serenidad y confianza,
como si todo dependiera de ti.

Así, sintiéndome débil y limitado,
podré trabajar en paz y sin angustias
por mi crecimiento humano.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Que tu Reino se haga visible a los ojos del mundo

Gracias, Jesús, por mostrarnos
la realidad silenciosa y oculta del Reino.
Sin tus palabras no habríamos
reconocido su presencia en medio del mundo
y en lo más profundo de nuestro corazón.

Gracias por compartir con nosotros
tu experiencia espiritual,
por ayudarnos a entender
que la semilla del Espíritu
a menudo necesita un tiempo para crecer y dar fruto.

Enséñanos a ser pacientes,
a esperar que nuestra tierra,
fecundada por tu Vida,
engendre un árbol al que puedan acercarse
todos los que necesitan escuchar tu palabra
y alimentarse de tu Pan.

Ayúdanos a reconocer el momento de la siega,
el tiempo en que debemos trabajar
para que tu Reino se haga visible a los ojos del mundo.

Gracias por la Iglesia,
que, a través de sus sacramentos,
hace presente el misterio de tu Reino.

Que tu Espíritu nos inspire el lenguaje adecuado
para transmitir tu mensaje a nuestro mundo,
sediento de tu esperanza.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Señor, enséñanos a confiar en ti y a dejar que tú marques el ritmo

Nos divierten  los niños impacientes
que preguntan cuánto falta para llegar,
que encuentran los días larguísimos,
las semanas inacabables
y viven los como si fueran siglos.

Y ante ti, Señor, nos volvemos como ellos.
Querríamos hacernos mayores de repente
y comprender todos los secretos del universo.
Querríamos que el mundo se arreglara
en un abrir y cerrar de ojos,
barrer toda la suciedad
y gozar para siempre de un mundo perfecto.

Danos, Señor, la paciencia
que predicamos a los niños,
enséñanos a confiar en ti
y a dejar que tú marques el ritmo,
a gozar desde ahora del lento crecimiento
de tu Reino en cada persona
que tiene voluntad de abrirse, de compartir,
de perdonar, de agradecer, de amar.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret