Te damos gracias, Señor Jesús,
porque en cada celebración
nos diriges tu Palabra
que invita a vivir como discípulos
y a colaborar en la construcción del Reino;
haznos oyentes y practicantes de la Palabra,
tanto personalmente
como en grupos de oración y reflexión; ayúdanos
a saber escuchar con la actitud de María,
que guardaba la Palabra en el corazón
y se disponía a vivirla con toda generosidad,
o con la actitud de Pablo, que te preguntaba:
“¿qué debo hacer, Señor?”.
Te pedimos, Señor Jesús, que fructifique
todo lo que vas sembrando cada día
en el corazón de las personas y comunidades.
Al acercarnos ya al final de curso,
haz que todo lo que cada comunidad ha sembrado
en el corazón de niños, adolescentes y jóvenes,
a través de la catequesis y las celebraciones,
pueda llegar a madurar,
así como todo lo que se va sembrando en la escuela
y en el día a día de la vida familiar.
Haz, Señor Jesús, que no seamos
comunicadores de las propias palabras,
sino de tu Palabra,
que es fuente de vida y salvación para todos.