Señor Jesús, tu palabra de hoy
y la del tiempo pascual va diciéndonos
que tú entregas la vida por los tuyos
y eres como la piedra que un día fue desechada
y ahora corona todo el edificio del pueblo de Dios;
todo eso, Señor Jesús, nos muestra
que el amor de Dios es eterno.
Ayúdanos, Jesús resucitado,
a perder el miedo de ser generosos,
de entregarnos al servicio de los hermanos
aunque no veamos los frutos inmediatamente.
Que encontremos en ti el sentido de nuestra vida
y lo realicemos haciendo el bien a los que nos rodean.
Hemos escuchado también que el Padre
nos reconoce como hijas e hijos suyos
y tú nos reconoces como ovejas de tu rebaño;
por eso te pedimos
que sepamos reconocerte a ti
como nuestro Pastor y Guía,
y aceptemos a todos como hermanos,
superando la tentación
de pensar sólo en nosotros mismos.
Te pedimos, Señor Jesús, por aquellos
cuya vida está destruida o herida
por los lobos de la violencia o la guerra,
por el olvido de los pobres o el desprecio
por las personas inmigrantes o de diferente religión.
Concede a todos los creyentes la actitud
compasiva y sanadora del buen samaritano,
y especialmente tu modo de ser
y de actuar como Buen Pastor.