Gracias, Señor, porque velas por todos nosotros.
Eres bueno e indulgente,
compasivo y misericordiosos,
rico en el amor.
Escuchas a quienes te invocan,
a quienes suplican tu auxilio.
Y si no sabemos expresarnos,
tu Espíritu viene a ayudarnos,
penetra en nuestro corazón,
como el grano de trigo plantado en la tierra,
para interceder como es debido.
Gracias por tu paciencia,
por no arrancar de golpe
la cizaña que llevamos dentro,
las malas hierbas de la discordia
y de la desavenencia.
Nos das la oportunidad
de permitir que crezca en nosotros tu palabra,
para que la reconozcamos
y veamos los buenos frutos que produce,
y, así, rechacemos todo lo malo,
las actitudes maliciosas
que pueden parecer inofensivas,
pero que acaban dando frutos malos.
Gracias por compartir tu sabiduría,
tu sentido común,
y por enseñarnos a vivir rectamente.