Te damos gracias, Padre,
porque nos das tu palabra
sembrada abundantemente
en nuestros corazones y en nuestro mundo;
gracias porque nos das a conocer tu Reino
y porque tu palabra no es vacía,
sino hecha vida en tu Hijo Jesús.
Nuestra comunidad te pide que fructifiquen
todas las buenas semillas
sembradas en nosotros,
concédenos oídos para oír y corazón para acoger
todo lo que nos comunicas para nuestro bien,
sin jamás volvernos insensibles a ello.
En un mundo lleno de palabras y ruidos,
ayúdanos a saber distinguir aquella palabra
que puede hacernos mejores,
que puede construir fraternidad y paz;
aquella palabra que sale de tus labios
y desea transformarnos.
No nos dejes caer en la rutina,
ni en pensar que no hablas para nosotros,
o en el orgullo de decir «esto ya me lo sé»;
que seamos sinceros
para reconocer que en nuestro corazón
hay espacios con piedras,
tierra llena de zarzas
o tan dura que tu amor
no puede fructificar en ella.
Que, a partir de la poca o mucha tierra buena
que hay en nosotros,
tengamos el deseo
de dejarnos empapar por tu Espíritu de amor,
como la lluvia y la nieve empapan la tierra,
y acoger y colaborar generosamente
en la construcción de tu Reino
acompañados y guiados por Jesús.