Señor, no te canses de venir a nuestras vidas,
aunque estemos distraídos o dormidos.
Despiértanos, sacude nuestros corazones
para que se nos abran los ojos
y podamos captar la belleza oculta
en los acontecimientos,
por cotidianos que sean,
por irrelevantes que nos parezcan.
Inunda nuestro corazón del anhelo de encontrarte,
de un deseo profundo de estar contigo.
Estamos rendidos de tanta banalidad,
de ignorar el verdadero valor
de lo que Tú nos das.
Convierte las espadas y las lanzas de nuestro corazón,
la violencia que permanece en nuestro interior,
en arados y hoces
para que la cosecha sea copiosa,
para que demos fruto abundante.
Prepáranos para la paz,
que renunciemos a las rivalidades
y al afán de protagonismo
para que puedas sosegar nuestros corazones
y nuestras relaciones.
Ayúdanos a subir a tu montaña,
necesitamos ponernos en camino
para encontrarte una vez más.