Señor, gracias por acompañarnos
en los momentos más difíciles de la vida,
especialmente cuando nos deja alguna
persona a la que amamos
y sobre todo cuando tengamos que cruzar
el barranco de la muerte.
Perdónanos por culparte del mal que sufrimos,
por exigirte que lo soluciones todo,
por desesperarnos al pensar que la muerte
tiene la última palabra.
Si Tú estás cerca, no debemos temer nada.
Tú nos guías por caminos seguros,
tus palabras nos serenan y nos confortan.
Danos fe para creer en tu Resurrección,
el fundamento de nuestra esperanza,
la promesa de una nueva vida.
Que tu Espíritu nos enseñe
a reconocer tu Presencia viva entre nosotros.
Si aprendemos a captar esta nueva forma de existencia,
podremos experimentar que nuestros difuntos
disfrutan de una vida renovada.
Gracias por quitarnos los vestidos de luto,
por secar nuestras lágrimas de tristeza,
por llenarnos de la alegría de tu salvación.