Jesucristo, rey del universo

Ciclo y fecha
Cicle: 
C
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 20 Noviembre 2022
Nos sigues llamando a formar parte de tu reino

Gloria a tu nombre, Cristo Rey,
que en tu poder
nos confiaste tu obra creadora
y nos dejas como prenda de tu amor
el imperativo moral de convertir el mundo
en un sitio mejor, más a tu imagen,
y nos enseñas, con tu entrega,
que la vida es gracia y es don.

Gloria a tu nombre, Señor,
que nos hace comprender
que la vida, su valor, impacto y belleza
dependen solo de las cosas
a las que decimos amén
mientras avanzamos por el camino.

Gloria a tu nombre, Crucificado,
que conoces nuestras vidas y debilidades,
las asumes en la cruz
y nos sigues llamando
a formar parte de tu reino
en una invitación a la conversión del corazón,
para vivir sencillamente
compartiendo lo que somos
y alimentando la esperanza
de quienes viven en la oscuridad.

Gloria a tu nombre, Padre del cielo y tierra,
que nos regalas el sentirnos familia,
en una valoración de lo que somos,
y nos invitas a celebrar
las cosas por las que luchamos.

Que la proclamación de tu nombre
como rey del universo nos recuerde
que no hay mayor grandeza que el servicio
y que serás todopoderoso en nuestras vidas
cuando tengamos el valor
de dejarte reinar en nuestros corazones.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Contribuir a construir un mundo más humano y más justo

Señor Jesús, me siento movido a pedir
que mis hermanos y yo
seamos guiados por el sendero justo,
según nos enseña el salmo, 
gracias a la bondad y al amor del Padre y tuyo.

Y tú, Jesús, nos dices que el sendero justo
consiste en tratar como hermano 
a cada persona que encuentro 
en el camino de la vida,
o en hacer a los demás lo que me gustaría
que hiciesen conmigo si yo estuviera necesitado.

Ayúdanos, Jesús, a creer tanto que Dios es Padre
que no nos avergoncemos 
de ser hermanos de nadie, 
ni a nadie tratemos como extraño;
que recemos con tanta convicción
“venga a nosotros tu Reino” 
que contribuyamos con todas nuestras fuerzas 
a construir un mundo más humano y más justo;
que nuestra fe no sea jamás
pensar apenas en un futuro mejor
sin hacer nada para mejorar el presente.

Haznos, Jesús, comprometidos en una Iglesia
que ama tanto al mundo y a cada persona
como tú los amas y les entregas la vida;
una Iglesia que siente en carne propia
el sufrimiento de la humanidad 
y se alegra con cuánto hay de bueno y positivo;
una Iglesia que es signo 
del Reino de tu Padre y nuestro Padre, 
que ya ha comenzado
y que creemos que llegará a la plenitud.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Danos un corazón capaz de acoger el Reino

Señor Jesucristo, te damos gracias 
porque eres testigo fiel de un Reino, el Reino de Dios,
donde no prevalece la ley del más fuerte,
donde todos, sobre todo los más frágiles,
son respetados en su dignidad 
de hijos del mismo Padre; 
gracias porque has creído tanto en este Reino
que te ha costado la vida.

Reconocemos que nuestra fe no siempre
es tan viva que nos convierta, 
como a ti, en auténticos testigos, y con frecuencia
vivimos de espaldas a la verdad o indiferentes
al sufrimiento de los hermanos, poco conscientes
de nuestra complicidad con el mal del mundo.

Danos, Señor, un corazón pobre y sincero
para reconocer que, solos, jamás construiremos
el Reino que tú anunciaste; 
danos un corazón capaz de acoger el Reino 
que se nos ofrece como gracia y regalo;
danos un corazón tan valiente que nos disponga 
cada día a escuchar tu voz
y a vivir según tu palabra.

Ábrenos los ojos para saber reconocer
en el mundo de hoy a aquellas personas 
que son testigos del Reino iniciando cada día
nuevos caminos de fraternidad y diciéndonos
que es posible seguirte. Que cada vez
que le pedimos al Padre “venga tu Reino”
nos convirtamos también en sus testigos fieles.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Caminamos hacia tu Reino

Hoy te celebramos como rey,
te pedimos, Señor, por los gobernantes
y por todos los que tienen autoridad
en las empresas, escuelas,
asociaciones, familias,
y también en la Iglesia.

Tu realeza no se basa en el poder,
la fuerza, el afán de dominio
y de control de los demás.
Tu soberanía y autoridad
surgen de tu entrega y disponibilidad absolutas
al servicio del pueblo
que el Padre te ha encomendado.
Tú no dominas, sino que te rebajas,
no dispones de la vida de los demás
sino que entregas la tuya
y nos haces nacer de nuevo.

Que, siempre que nos toque ejercer
algún  tipo de autoridad,
la vivamos como un servicio.
Que nunca busquemos el beneficio propio
ni adoptemos una actitud de defensa del poder,
sino que pensemos en el bien común
y estemos siempre a punto
para traspasar el cargo
y seguir colaborando desde otra posición.

Es así como caminamos hacia tu Reino,
que no es un premio a los méritos contraídos
sino un regalo de tu amor infinito.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Ayúdanos a vencer la tentación de querer construir paraísos sin ti

Señor Jesucristo, Rey nuestro,
como el malhechor que moría a tu lado,
te pedimos que te acuerdes de nosotros.

Lo hacemos conscientes de que somos nosotros
los que no podemos olvidarnos de ti.

En este día en que concluye el Año de la fe
te pedimos que nos ayudes
a fijar en ti la mirada y el corazón
para que, guiados por el Espíritu Santo,
podamos seguir tus huellas
y aprendamos de ti a perdonar y a amar,
a confiar totalmente en el amor del Padre,
a valorar las personas y a trabajar
por el bien y la felicidad de nuestros hermanos;
a tener como supremo honor
el servicio a los necesitados,
como tú te hiciste servidor de todos.

Todos deseamos el paraíso que prometiste
a aquél que te reconoció como Rey.
Ayúdanos a vencer la tentación
de  querer construir paraísos sin ti,
que nos hacen menos humanos y más esclavos.

Auméntanos la esperanza y el deseo
de llegar contigo al paraíso,
el mejor regalo que deseas ofrecernos.

Y auméntanos también la certeza
de que, contigo, ya podemos hacer
de nuestra casa y de nuestro mundo
un pequeño ensayo del paraíso.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Abre nuestros ojos para ver la realidad y darnos cuenta de las injusticias

Señor, te pedimos perdón
por las veces en que no hemos sido solidarios
con el sufrimiento de los demás.

Reconocemos que hay algo dentro de nosotros,
fruto del pecado,
que aprovecha su debilidad
para atacarlos injustamente.

Tú que padeciste todo tipo de injurias,
ayúdanos a controlar este impulso destructivo
que ve en el otro el enemigo a batir.

Seguramente nuestras reacciones
responden a las heridas
que el mal ha causado en nosotros.
Queremos, sin embargo, romper esta cadena
que transmite la amargura del dolor
y no nos deja compadecernos
del sufrimiento ajeno.

Nos has dicho que cuando maltratamos al prójimo,
te lo hacemos a Ti mismo.

Abre nuestros ojos para ver la realidad
y darnos cuenta de las injusticias
que se cometen con nuestros hermanos.
Danos el valor para denunciarlas.

Solo si reconocemos nuestra culpa
podremos recibir tu salvación
y disfrutar de tu Reino de justicia.
Gracias por no haberte olvidado de nosotros.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret