Señor Jesús, hoy tu palabra
nos hace una pregunta y ofrece un ejemplo.
Tú nos preguntas sobre nuestra fe
y nos propones como ejemplo a seguir
el de aquella viuda pobre y frágil,
pero con tamaña fe y coraje
que planta cara a los poderosos.
Tú no nos pides que ataquemos a nadie
ni que queramos ser más que los demás,
sino que confiemos tanto en el amor del Padre
que jamás nos dejemos vencer
por todo el mal o el desamor
que encontramos en el caminar diario.
No nos quieres armados de poder o riqueza,
sino fundamentados en tu palabra
que ilumina, corrige, enseña el camino,
transforma a la persona desde dentro
y dispone a hacer el bien.
Gracias, Señor, por enseñarnos
qué es tener fe y ser tus discípulos.
Ayúdanos a corregir y a mejorar
todo lo que aún es poco evangélico
tanto en cada uno de nosotros
como también en nuestra comunidad.
Ayúdanos a estar convencidos
de que, por nuestra fe y testimonio,
debemos ser una Iglesia misionera
en todas partes, y empezando en casa.