Señor, te damos las gracias
por el don de la fe.
Demasiado a menudo nos enorgullecemos de nuestros éxitos
sin darnos cuenta de que todo es un regalo de tu amor.
Por eso, cuando nuestras seguridades se tambalean,
nos invade una profunda desesperación.
Nos sentimos desamparados,
tomamos conciencia de nuestras limitaciones
y de nuestra incapacidad
para llevar a buen puerto la nave de la historia.
Nos olvidamos de ti,
de lo que has hecho por nosotros,
de cómo nos amas.
Queremos ser autosuficientes.
Preferimos vivir engañados
y creer que no te necesitamos,
pero esta mentira nos lleva a un callejón sin salida.
En cambio, cuando creemos,
cuando nos dejamos llevar por la fe,
nos sentimos seguros, aunque
vivamos inmersos en una tormenta.
Nos sentimos como niños en los brazos de su Padre,
nos sentimos acogidos, queridos, aceptados.
Señor, cúranos del orgullo
que no nos deja ver tu amor.
Danos la fe que necesitamos
para seguir adelante.