Domingo XXIV del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
C
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 11 Septiembre 2022
Que no seamos nuca indiferentes al dolor

Hay alegrías que no pueden explicarse
porque son inefables,
sin precio, sin condiciones
y tienen, como única razón, el amor,
el auténtico amor que nace del corazón.

Gracias, Señor, porque podemos aprender de ti
que el verbo que más se repite
con la acción de amar
es el de correr,
porque al amor le urge moverse,
ponerse en acción.
Es esperanza en marcha,
porque confía plenamente.

Gracias porque nunca
das por perdida ninguna persona,
ninguna situación, ninguna fuga,
y mantienes siempre la búsqueda,
con el abrazo preparado para la acogida.

Gracias por tantas personas que viven
en compromiso activo,
a la búsqueda de los olvidados,
en campos de refugiados,
en medio de un mar,
huyendo de guerras o de hambre…
Gracias porque sus brazos están siempre,
como los tuyos,
abiertos a salvar, a acoger, a rescatar.

Que no seamos nuca indiferentes al dolor,
al sufrimiento injusto, a la soledad,
tanto de mayores como de niños.
Que no olvidemos nunca
que no son una cifra,
sino que, detrás de cada uno de ellos,
tú, Señor, tienes
un proyecto de vida y una historia.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Nos comunicas la grandeza del amor del Padre

Señor Jesús, como el apóstol Pablo
también nosotros te damos gracias
porque cada día nos das fuerzas
y jamás dejas de amarnos, a pesar
de nuestras cobardías y pecados.

Te damos gracias porque nos comunicas
la grandeza del amor del Padre,
que nos busca y nos espera
cuando nos separamos de él u olvidamos
que somos miembros de su familia
y hermanos de toda la humanidad.

Te pedimos que no nos dejes caer
en la tentación de la crítica destructiva,
que mira a los demás con desprecio,
ni en la actitud arrogante de no reconocer
a cada persona como hermano y hermana.

Ayúdanos a adquirir una actitud positiva
que nos conduzca a hacer el bien, a servir,
a creer en la fuerza del amor y del perdón,
en la capacidad de renovación de cada persona.

Sólo tú, Señor, puedes transformarnos
con la gracia de tu Espíritu.

Demasiadas veces nos perjudicamos unos a otros
y creamos malestar en nuestra sociedad.

Ayúdanos a encontrar el camino de conversión
que genere fraternidad y respeto;
que nos alegremos con el bien de los demás
y les ayudemos en las dificultades
tal como tú, Señor Jesús, nos enseñas.

"La Missa de cada dia", de l'Editorial Claret
Señor, haznos acogedores y comprensivos con los que piensan diferente

La mujer de la parábola parece que vive sola,
se siente segura con sus diez monedas.
Al perder una
toma conciencia de su vulnerabilidad.
Se siente perdida.
Señor, muchas mujeres se ven obligadas
a tirar adelante la familia.
Que sepamos comprender sus momentos bajos
y con delicadeza tenderles una mano.

Señor, haznos acogedores y comprensivos
con los que piensan diferente.

Que evitemos juicios y rechazos
y sepamos comprender y acompañar.

Señor, en la parábola del hijo pródigo
vemos reflejada la actitud
de muchos de nuestros jóvenes.
Quieren vivir sin trabas y sin limitaciones.
Derrochan sus bienes y su vida
con el alcohol y la droga.
Tarde o temprano necesitan ayuda.
Danos sabiduría
para ayudarles a reencontrarse.

Muchos niños y jóvenes han empezado
o están a punto de empezar el curso escolar.
Que encuentren en sus maestros y profesores
guías pacientes
que sepan conducirlos a Ti, Señor.

Muchas personas celebran hoy su santo.
Que María sea el modelo a seguir
y se sientan acompañadas
por las personas queridas. 

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
«Este hombre acoge los pecadores»

Señor,
los fariseos y los maestros de la Ley
te tacharon de inmoral e impuro
porque te relacionabas con pecadores
y te sentabas a la mesa con ellos.

Pero los gestos que tú haces
son para nosotros un reflejo
de la forma que Dios tiene que actuar
y de lo que nosotros hemos de hacer.

Con tus gestos y tus palabras
nos estás diciendo con toda claridad
que si Dios acoge a los pecadores…
¡también nosotros los hemos de acoger!

O -quizás más exactamente-
nos estás diciendo en el fondo
que si Dios acoge al pecador
con tanto gozo y tanto perdón,
ya no hay razón para rehusar
¡nosotros mismos!
la acogida y el perdón
de ese Dios, todo bondad.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Ante ti no hay que hacer méritos, sólo dejarse amar y perdonar

Señor Jesús, la oveja que echaste en falta
no fue para ti un uno por ciento de pérdidas.
Te arriesgaste y te esforzaste
hasta recuperarla,
y esto me llena de confianza.

La moneda perdida era tan importante
que hay quien dice que formaba parte
de la dote de aquella mujer,
prenda de su matrimonio,
y esto me hace sentir importante a tus ojos.

Pero no hay nada que iguale el valor de un hijo,
el dolor de perderlo y la alegría de recuperarlo.
Por mucho que me aleje o que me hunda,
tú estarás siempre a punto para acogerme
y rehabilitarme.

Por mucho que mi corazón se endurezca,
hasta si llego a rechazar al hermano,
tú siempre me invitarás a entrar
en la fiesta de tu amor,
porque ante ti no hay que hacer méritos,
sólo hay que dejarse amar y perdonar.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Que tu Espíritu Santo nos revele la auténtica condición de hijos

Gracias, Señor, por tu salvación,
por compartir con nosotros tus dones,
por ofrecernos vivir en tu casa.

Gracias por venir a por nosotros cuando nos alejamos,
por buscarnos sin desfallecer cuando nos perdemos,
por esperar nuestro regreso cuando nos vamos.

Gracias por la alegría que hay en el cielo
cuando recuperas a uno de tus hijos.

Tú nos has dado tu herencia
y la libertad para administrarla.
A menudo no hemos entendido la gratuidad de este gesto
y hemos creído que podíamos hacer con ella
lo que quisiéramos.

Perdónanos por derrochar tu legado,
por creer que nos lo hemos ganado
cumpliendo tus mandamientos.
Perdónanos por sentirnos merecedores de tu Amor.

Que tu Espíritu Santo nos revele
la auténtica condición de hijos,
que nos ayude a ser conscientes
de la bendición recibida,
que nos haga solidarios con las carencias
de nuestros hermanos,
que nos llene de alegría
cuando regresen a casa.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret