Hay alegrías que no pueden explicarse
porque son inefables,
sin precio, sin condiciones
y tienen, como única razón, el amor,
el auténtico amor que nace del corazón.
Gracias, Señor, porque podemos aprender de ti
que el verbo que más se repite
con la acción de amar
es el de correr,
porque al amor le urge moverse,
ponerse en acción.
Es esperanza en marcha,
porque confía plenamente.
Gracias porque nunca
das por perdida ninguna persona,
ninguna situación, ninguna fuga,
y mantienes siempre la búsqueda,
con el abrazo preparado para la acogida.
Gracias por tantas personas que viven
en compromiso activo,
a la búsqueda de los olvidados,
en campos de refugiados,
en medio de un mar,
huyendo de guerras o de hambre…
Gracias porque sus brazos están siempre,
como los tuyos,
abiertos a salvar, a acoger, a rescatar.
Que no seamos nuca indiferentes al dolor,
al sufrimiento injusto, a la soledad,
tanto de mayores como de niños.
Que no olvidemos nunca
que no son una cifra,
sino que, detrás de cada uno de ellos,
tú, Señor, tienes
un proyecto de vida y una historia.