Domingo XV del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
C
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 10 Julio 2022
Que no nos cansemos de amar, Señor

Señor, concédenos entrañas de misericordia,
como las tuyas, de padre y madre.
Agudiza nuestros sentidos;
afina nuestra mirada
y predispone nuestro corazón
a no pasar de largo, a no dar la vuelta,
a no hacernos los sordos ni los ciegos,
como si no pudiéramos hacer nada.

Señor, empújanos
a regalar gestos de ternura,
a ser solidarios y tolerantes.
Que no olvidemos que también nosotros
somos hijos pequeños, a veces desvalidos.
Quieres que nos gastemos
en tiempo, en dinero y dones
para ayudar y hacer el bien a los demás,
sin que caigamos en el orgullo
de decidir si lo merecen o no,
sino que quieres que lo hagamos
porque nos conmueve y nos duele su suerte.

Nos pides un amor concreto:
al que nos hace perder la paciencia,
al que siempre nos interrumpe,
al que hace comentarios fuera de lugar,
al que nos pide tiempo de escucha
para repetirnos de nuevo la misma historia,
al que llora y no sabemos cómo consolar,
al que no entiende nada,
ni tampoco se detiene a pensar,
al que actúa sin sensatez,
al que nos saca de quicio…
Estos son nuestros prójimos,
con nombres, con rostros
y muchos cuidados que poner en marcha
por nuestra parte.

Que no nos cansemos de amar, Señor.
No permitas que nos cansemos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Queremos actuar con espíritu samaritano

Señor Jesús,
en la celebración hemos escuchado
que tú eres la imagen de Dios,
de este Dios que creó la humanidad
a su imagen y semejanza.

Te damos gracias porque nos ayudas
a descubrir el proyecto de Dios
y a vivir de acuerdo con él.

Contigo, Señor Jesús,
queremos sentir el dolor
por tantas personas en las que
la imagen de Dios está desfigurada.
A veces debido al egoísmo,
violencia, ambición de enriquecimiento
o desprecio de otras personas.
A veces porque no hay quien les ayude
a descubrir el valor de la propia vida.

Como tú, Señor Jesús,
queremos actuar con espíritu samaritano,
acercándonos a cada persona
y considerándola hermano o hermana,
pensando más en el bien de los demás
que en nuestras propias necesidades.

Y promoviendo, con la ayuda de tu gracia,
un mundo más humano y solidario
donde nadie quede malherido en el camino.

Señor Jesús,
en la celebración hemos escuchado
que tú eres la imagen de Dios,
de este Dios que creó la humanidad
a su imagen y semejanza.

Te damos gracias porque nos ayudas
a descubrir el proyecto de Dios
y a vivir de acuerdo con él.

Contigo, Señor Jesús,
queremos sentir el dolor
por tantas personas en las que
la imagen de Dios está desfigurada.
A veces debido al egoísmo,
violencia, ambición de enriquecimiento
o desprecio de otras personas.
A veces porque no hay quien les ayude
a descubrir el valor de la propia vida.

Como tú, Señor Jesús,
queremos actuar con espíritu samaritano,
acercándonos a cada persona
y considerándola hermano o hermana,
pensando más en el bien de los demás
que en nuestras propias necesidades.

Y promoviendo, con la ayuda de tu gracia,
un mundo más humano y solidario
donde nadie quede malherido en el camino.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Que sepamos ver las necesidades de cuantos nos rodean

Señor, que no nos escudemos
en preguntas retóricas
para no comprometernos.
Que sepamos ver las necesidades
de cuantos nos rodean y tengamos presente que
el amor a los demás siempre es el mejor control
de calidad de nuestra fe.

Señor, todos andamos metidos en mil cosas.
Tenemos muy poco tiempo
y a menudo nos sentimos culpables
de no atender a nuestra familia como desearíamos.
Danos sabiduría
para saber organizar nuestro tiempo
y poner en primer lugar a las personas.

En nuestras ciudades, Señor,
encontramos muchos samaritanos
que atienden a los malheridos
por la falta de trabajo.
Danos sentimientos de solidaridad
para buscar soluciones y no pasar de largo.

Señor, que en estos días de calor
y clima de vacaciones,
seamos motivo de alegría y descanso
para cuantos están a nuestro lado.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Haz tú lo mismo

Eres tú, Señor, el buen Samaritano
que –compadecido de nosotros-
has curado nuestras heridas:
aquellas que el Culto y la Ley
-el sacerdote y el levita-
ni querían ver ni podían curar.
Y diríamos que es un milagro
lo que haces con aquel pobre hombre,
si no fuera porque al final nos dices
que hagamos nosotros lo mismo.

Estas palabras tuyas nos recuerdan
todas las veces que nos invitas
a seguir el mismo camino que tú.
Como nos lo dices en aquella última cena
después de partir el pan y compartir la copa
después de lavar los pies a tus discípulos.

Ayúdanos a hacer como el Samaritano.
Ayúdanos a hacer lo mismo que tú hiciste.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Enséñame, Señor, a ser buen samaritano y buen posadero

Señor Jesús, quiero amar y ayudar al prójimo,
pero querría hacerlo a mi gusto:
Ayudar a horas convenidas,
amar a los que me caen bien
o me despiertan compasión.

Por esto la parábola del buen samaritano
me deja inquieto. Amar a un desconocido
con quien nada me une,
sin saber si es digno de mi ayuda;
amar sin previo aviso
cuando tengo otras cosas que hacer.
Esto es ser prójimo.

Esta palabra también es la del buen posadero.
Es necesaria la ayuda de urgencia, a bote pronto,
pero también el cuidado atento y continuado
que el samaritano por sí solo no podía hacer.

En el posadero veo la figura
de tantas instituciones,
llenas de buena voluntad
y de profesionalidad,
que atienden a los pobres,
los enfermos, los marginados, las víctimas
que tenemos que ir recogiendo de la cuneta.

Enséñame, Señor a ser buen samaritano
y buen posadero.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Danos un corazón nuevo que se compadezca del dolor ajeno

Señor, tú eres el auténtico “buen samaritano”
que nos ha recogido al borde del camino
y ha curado nuestras heridas.

Gracias, Señor, por mostrarnos cómo amar,
por grabar tu ley en nuestro corazón.

Gracias por enviar profetas como Moisés
que nos llaman a la conversión
y nos recuerdan que debemos guardar tus mandamientos.

Gracias por entregar a tu propio Hijo en la cruz,
por mostrarnos hasta qué punto nos amas.

No queremos ponerte a prueba y engañarte
para continuar encerrados en nuestro egoísmo.

No queremos mirar hacia otro lado
ante el sufrimiento de nuestros hermanos.

Danos un corazón nuevo
que se compadezca del dolor ajeno,
que atienda las necesidades de los demás,
que se preocupe de su bienestar.

Nos has dicho muy claro quién es nuestro prójimo
y nos has mandado que tuviéramos cuidado.

Que tu Espíritu nos impulse a imitarte.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret