Señor, gracias por seguir el camino de la cruz,
por soportar la injusticia de los hombres,
por afrontar la soledad de los hermanos,
por aceptar la ausencia del Padre,
por sufrir hasta el extremo.
Cuando no tenías nada donde agarrarte,
recordaste las palabras de la Escritura.
En la revelación dada al pueblo de Israel,
encontraste signos que confirmaban
lo que estabas viviendo y te dieron fuerzas
para asumir el destino que te esperaba.
Con tu ejemplo nos has enseñado
que en la Palabra siempre encontramos
una guía para nuestro camino.
Perdónanos, Señor, por las veces
que ignorarnos el sufrimiento humano.
Somos miedosos y ante el peligro
huimos y buscamos seguridades.
Gracias, María, por mantenerte fiel al pie de la cruz.
Tu hijo te necesitaba y tú no te ahorraste
el dolor de verlo humillado y maltratado.
Gracias, Jesús, por darnos a tu madre.
Tú sabías que nadie cuidaría mejor de nosotros.