La parroquia celebra la fiesta de san Antonio María Claret

24/10/2008
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Como cada 24 de octubre, fiesta de san Antonio Maía Claret, nuestra parroquia ha celebrado la fiesta de su patrón. Este año ha coincidido con la clausura del bicentenario del nacimiento del P. Claret.

A última hora de la tarde, y a pesar de ser un día laborable, nos hemos congregado un buen número de feligreses para celebrar la Eucaristía, que ha sido presidida por el Sr. obispo Joan Piris, y concelebrada por seis sacerdotes: el arcipreste de "Perifèria", Mn. Joan Jové; los cuatro claretianos que sirven a la parroquia: P. Nemesi Solà, P. Lluís Vila, P. Josep M. Viñas y P. Jaume Sidera; y Mn. Daniel Turmo, Secretario-canciller del Obispado.

La Eucaristía, preparada con gusto y cuidando todos los detalles, ha sido muy participada y como es costumbre en las fiestas especiales, los jóvenes han acompañado los cantos con guitarras.  

En su homilía, el Sr. Obispo ha glosado la figura del P. Claret, y en referencia a que era la primera vez que visitaba nuestra parroquia, dijo que, a bien seguro, los feligreses conocían la vida del santo mejor que él. Sin embargo, ha hecho una prédica misionera de principio a fin. Se ha referido al envío, palabra que los cristianos tendríamos que grabar en nuestro corazón, dado que todo cristiano es enviado a evangelizar, y no como algo especial, sino como consecuencia lógica del ser cristiano. Cuando uno se siente amado por Jesucristo y se da cuenta de que eso le es vida, no puede guardarse este descubrimiento, sino que se siente llamado a propagarlo y a posibilitar que esta vida llegue a todo el mundo. Todo bautizado tiene el compromiso de evangelizar, según sus circunstancias. Así lo hizo el P. Claret, que a pesar de tener un trabajo cualificado y un futuro prometedor, renunció para seguir la llamada de Dios y a partir de ese momento trabajó para encontrar la manera de que todo el mundo conociera a Cristo, es por eso que fundó la congregación de los Misioneros del Corazón de María (Claretianos), y fue a evangelizar a Cuba. El P. Claret predicó el Evangelio en todo momento y en toda ocasión.

El Sr. Obispo ha agradecido la vida y el ejemplo del P. Claret, y ha invitado a la comunidad parroquial a seguir las huellas de nuestro patrón y actualizar su manera de hacer. Ha lanzado unas cuantas cuestiones para que pensemos y actuemos: ¿Qué podríamos hacer para que en nuestro barrio de Balàfia haya experiencia de Jesús? ¿En estas circunstancias, qué y cómo haría el P. Claret para extender el Evangelio? Eso -ha dicho- no es ciencia-ficción, sino hitos a alcanzar, actuando según un pensamiento del santo: «Debemos tener un corazón de hijos para Dios, para los otros un corazón de madre, y para mí mismo un corazón de juez».

Cada representante de los diversos grupos que hay en la parroquia ha hecho una plegaria, pidiendo a Dios aquello que le falta al grupo para el mejor seguimiento de Jesús, y la presentación de ofrendas ha sido un momento especial, pues mientras unas personas presentaban, además del pan y el vino, los objetos que más identifican al P. Claret: el pañuelo de fardo, los zapatos gastados (de gran significado en Lleida, pues aquí se los cambiaron por unos nuevos), el bastón y la cuna, el P. Jaume iba llenando de contenido cada una de las ofrendas.

Antes de la bendición final, todos juntos hemos recitado la plegaria apostólica del P. Claret que hay escrita sobre una cerámica colocada en un lateral del templo:  

¡Oh Dios y Padre mío!,
haced que os conozca y os haga conocer;
que os ame y os haga amar;
que os sirva y os haga servir;
que os alabe y os haga alabar
de todas las criaturas.

Y, al final de todo, hemos cantado el himno al P. Claret.

Al acabar la Eucaristía hemos continuado la fiesta con un pica-pica, con todo aquello que algunos (bastantes) feligreses hemos llevado de casa ya preparado, lo cual ha servido para convivir un rato, comentar aquello que hemos creído oportuno y estrechar lazos de amistad.

Pasada la fiesta habrá que ponerse a hacer los "deberes" que nos ha recordado el Sr. Obispo. Trabajo nada fácil dada la indiferencia religiosa del momento actual. Sin embargo, ilusión y esperanza no nos faltan.

Conxita López Torres