«Y nosotros hemos conocido el amor
que Dios nos tiene y hemos creído en él.»
Te damos gracias, Señor Jesús,
porque tú nos has dado a conocer
personalmente este amor,
y lo has hecho más con obras que con palabras,
acercándote a los pobres y pecadores,
sembrando confianza y esperanza
en cada corazón,
valorando y amando a cada persona
e invitando a hacer el bien
y amar a los demás
como tú y el Padre amáis a todos.
Te damos gracias porque nos invitas
a acercarnos a ti y a encontrar la paz,
una paz activa e inquieta que nos conduzca
a compartir las angustias y cansancios
unos de otros, con la misma benevolencia
con que tú has compartido y compartes
las alegrías y sufrimientos de la humanidad.
Que unidos a ti, Señor Jesús,
podamos dar gracias al Padre
porque «nos ha dado de su Espíritu»
y nos concede tenerte a ti como Hermano
y tenerle a él como Padre.
Que nuestro agradecimiento se traduzca
en una mayor capacidad
de dejar transformar nuestro corazón
y nuestras acciones, para ser
más semejantes a ti en la oración
y en la capacidad de servir y entregarnos,
en la certeza de ser hijos e hijas del Padre
y en la vocación de ser constructores
de fraternidad y paz, de dignidad y libertad.