Te damos gracias, Señor Jesús, porque has querido venir entre nosotros como luz para toda la humanidad.
Que tu Espíritu nos abra la mirada interior de nuestro corazón para que te sepamos reconocer como te reconocieron Ana y Simeón.
Que el Espíritu Santo nos haga comprender que la luz que hemos visto y recibido debemos comunicarla y hacer posible que ilumine a otras personas y se sientan cautivadas por ti.
Hoy queremos agradecer especialmente por los abuelos, abuelas y personas mayores de nuestras familias y comunidades, por su dedicación a los nietos y por el apoyo a toda la familia en estas horas de crisis de valores; por la disponibilidad en colaborar en actividades eclesiales o de solidaridad; por la sabiduría y serenidad con que saben enfrentar la vida; por la esperanza y todos los valores que comunican a los más jóvenes; por su fidelidad en mantener viva la llama de la fe y de la esperanza.