Señor Jesús, sabemos que todos nosotros,
igual que los primeros discípulos, necesitamos
tu paciente y amorosa instrucción;
por eso te agradecemos por la Palabra escuchada,
por el Pan que nos alimenta,
por la comunidad donde vivimos
y celebramos la fe en familia,
por tu presencia entre nosotros
y por habernos escogido como discípulos.
Danos un deseo muy vivo y constante
de querer conocerte más profundamente
y de querer ser instruidos y guiados por ti;
que nunca caigamos en la tentación
de pensar que ya somos totalmente fieles.
Perdónanos por las ocasiones
en que hay rivalidades en el interior de la comunidad
o queremos ser los primeros y más importantes;
ayúdanos a construir fraternidad
y a valorar a cada persona como hija
de tu Padre y nuestro Padre y hermana nuestra.
Que la Iglesia sea cada vez más
una familia de hermanos,
donde el objetivo sea el servicio y la atención mutua;
que aprendamos a ver en cada persona
a alguien que lleva tu nombre,
sabiendo que tú, Señor Jesús,
te hiciste hermano de todos
y a todos recuerdas la dignidad que tenemos
como hijos del Padre.