Jesús,
leyendo las críticas duras que haces,
de la manera de actuar de los fariseos,
fanáticos del cumplimiento de la Ley y las tradiciones;
exigentes hacia la gente y, al mismo tiempo,
altivos e hipócritas...,
te contemplo a ti, tan comprensivo y acogedor,
siempre atento a los débiles y a los pecadores.
Te veo orando de noche, a solas en la montaña.
A los que curabas, les pides que no lo digan.
Eres el amigo sencillo y sincero de Betania,
que comparte el dolor con Marta y Maria.
Eres el hombre bueno que pasa haciendo el bien, sin ruido.
El condenado a muerte que mira con ternura
a las mujeres que te compadecen camino del Calvario.
Y, desde la Cruz, sabes perdonar y excusar
a los que te habían clavado y se mofaban de ti.
Te oigo decir con mucha ternura:
Venid a mí los que estáis cansados y agobiados
y yo os haré reposar,
porque yo soy benévolo y humilde de corazón.
Ayúdame a alejarme de cualquier actitud
que exprese incomprensión o hipocresía.
Que te siga por caminos de amor y de verdad.