Te damos gracias, Padre, porque Jesús habla
de la salvación como de una fiesta de casamiento
a la que el Padre del Novio quiere invitar a todos;
y porque el propio Jesús, participando en
la fiesta de las bodas de Caná,
y con toda su vida, deja entender
que él es el Novio que ha realizado la alianza
para siempre con toda la humanidad,
una alianza que jamás se romperá
porque tu amor, Padre, nunca falla.
Te pedimos, Padre, que esto nos haga vivir
con gozo y esperanza en las tribulaciones
y los sufrimientos de cada día,
mostrando con nuestra vida que vale la pena
aceptar tu invitación.
Que seamos capaces de vivir desde ahora
con el traje de fiesta, de la fiesta
de la vida y la dignidad para todos,
construyendo un mundo en que haya
pan en la mesa de todas las familias,
donde cada persona sea vista y valorada
como hermano y nunca como objeto
y donde nadie piense que sólo es para él
lo que tú, Padre, has puesto a disposición
de todos tus hijos e hijas.
Que, como María en la fiesta de Caná,
seamos una comunidad de ojos y corazón abiertos
a las necesidades de nuestros hermanos.