Señor, gracias por venir a nuestro encuentro.
Gracias por querer asumir la condición humana
por estar con nosotros,
a nuestro lado,
compartiendo las alegrías y las aflicciones de la existencia.
Gracias por haber elegido al pueblo de Israel
para preparar tu venida.
Gracias por los profetas
que nos alertaron para estar atentos,
que nos anunciaron los detalles de tu llegada
para poderlos identificar
y así poderte acoger.
Gracias por Juan el Bautista,
que esperó pacientemente al redentor,
que tuvo el coraje de reconocerlo
y la humildad de darle paso.
Gracias por cada día que nos visitas
a través de los sacramentos, de la Palabra,
de los hermanos, de los necesitados, de la oración.
Gracias por cambiarnos por dentro
para poder estar preparados
para relacionarnos contigo.
Queremos ser la Jerusalén que grita de alegría,
renunciamos al luto y a la tristeza,
a la queja y a la culpabilidad,
para acoger el gozo de la salvación.