¡Nos falta vino, Señor!
Pero estamos tan agobiados
atendiendo a tantas cosas,
compromisos y personas…
que no advertimos que en nuestra vida
falta el vino de la alegría, y aunque intuimos
que el tono de la celebración puede cambiar,
seguimos con el hacer y hacer tantas cosas,
que no nos damos cuenta de que perdemos
el sabor de tu presencia.
¡Nos falta vino, Señor!
Pero nos regalas una Madre
atenta a nuestras necesidades
que discretamente, en voz baja, te lo recuerda,
porque como buena madre nos cuida
y no quiere que suframos
la falta de tu presencia en nuestras vidas.
Tú no puedes prescindir de la intercesión
de una madre,
y cuando lo crees necesario,
obras en nosotros el milagro de la abundancia
y nos sacias con gestos
que nos renuevan y transforman.
Eso sí, nos adviertes
que debemos ponernos a servir,
llenar con nuestro esfuerzo los cántaros
y tener plena confianza.
¡Nos falta vino, Señor!
Pero te damos gracias,
porque nos enseñas en la realidad de cada día
que hay que afianzar el paso
y ser portadores de agua,
que por tu gracia podrá convertirse en vino
si caminamos en la verdad,
atentos a las necesidades de los demás,
dándonos aquí y ahora,
sin malgastar el tiempo ni las oportunidades,
entusiasmados por la vida
y disfrutando de cada hermano
y de todo lo que nos regalas,
para celebrar la vida.