Nos pides, Señor,
que nos lavemos la cara y nos perfumemos
y aunque esto puede parecer un gesto superficial,
que se queda en la apariencia,
es una llamada a la autenticidad:
a despojarnos de todo maquillaje
para encontrar en Ti nuestro auténtico yo.
En este encuentro nos mueve la urgencia de dejar
un rastro del perfume de tu presencia
a nuestro paso.
Gracias porque nos invitas a vivir
en verdad y transparencia,
a hacer las paradas necesarias
en la ruta de nuestra vida.
Que, como el buen samaritano,
no pasemos de largo
y hagamos lo que hay que hacer.
Nada de esto se improvisa;
no se puede comprar ni tomar prestado.
Por eso nos recuerdas
que hay que prepararse para el camino,
entrenar el corazón a mirar como es debido
y librarse de cargas innecesarias
para poder tener las manos vacías,
dispuestas siempre al servicio.
Gracias por este tiempo de conversión,
de volver a las raíces de la misma vida
y, si es preciso, tomar la decisión
de cambiar la ruta o nuestro estilo de andar.
Concédenos la gracia necesaria
para no cansarnos ni detenernos.
Que nunca nos quedemos parados
al margen del camino
lamentándonos o con la queja en el corazón.
Gracias, Señor,
porque te sentimos y te sabemos cerca,
y pese a que la Cuaresma
es un camino personal,
nos invitas a vivirlo en comunidad,
en compromiso compartido.