Te alabamos y te damos gracias, Padre,
porque eres tú quien tiene la iniciativa
de venir a nuestro encuentro, amarnos,
introducirnos en el seno de tu familia
y colmar nuestros corazones con tu gracia.
Concédenos, Padre, que sepamos abrirnos más
para escuchar y acoger tu palabra,
como hacía María y como nos pide Jesús,
para que tengamos la capacidad de comprender
cuál es tu voluntad, qué es
lo que nos salva y nos hace mejores,
cuáles son los caminos que nos conducen
a vivir como hijas e hijos tuyos.
También te damos gracias porque
has querido contar con la decisión de María
y ahora cuentas con cada uno de nosotros
y con toda la comunidad de la Iglesia.
Haznos fieles, serviciales y disponibles,
diligentes en colaborar para que Jesús
sea escuchado, conocido, amado y seguido.
Y que sepamos hacerlo como María:
más con obras que con palabras,
llenos de alegría y con libertad interior,
mirando más al bien de los demás que a nosotros;
sintiéndonos felices por ser tus servidores,
por poderte dar a conocer como Padre
y confiando siempre en la fuerza de tu Espíritu.