Domingo XVIII del tiempo ordinario

Cicle: 
C
Temps: 
Durant l'any
Domingo, 4 Agosto 2019
P. Josep Vilarrubias Codina, cmf

¡Guardaos de toda ambición de poseer riquezas!

Con una parábola breve Jesús pone en su lugar el tema del dinero.

Sabemos que la naturaleza es bastante sabia y generosa para nutrir a toda la humanidad, y que con un razonable reparto de bienes nos llevaría a vivir en justicia, amor, paz y libertad. Pero, ¡no! Unos pocos acumulan sin medida los bienes de todos, innumerables familias viven en la pobreza y una gran parte de la humanidad gime en situaciones insostenibles de hambre y de guerra.

Detrás de todo esto está el afán de acumular riquezas al precio que sea, y caiga quien caiga.

El evangelio que leemos hoy da la pauta para ver claro y saber actuar en la medida de nuestras posibilidades:

* En primer lugar, ser bien solidarios y con un infinito agradecimiento, con tantísimos hombres y mujeres que en todo el mundo luchan y se lo juegan todo por la justicia en favor de los más pobres e indefensos. El papa Francisco que no para de denunciar a todos los niveles sociales y políticos las flagrantes injusticias del poder opresivo del capital. Fiel al evangelio apoya a todos los que se han puesto, como por ejemplo nuestro querido Pedro Casaldáliga y tantos otros, muchos de ellos en el anonimato, que aportan una semilla de esperanza para un mundo más justo.

* ¿Y nosotros? Por nuestras manos, por nuestra vida pasan los bienes que el Señor nos ha confiado; fruto probablemente de nuestras sudores y de tus familiares. Los bienes que disponemos no son en sí ni malos ni buenos. La bondad o la maldad anidan en el corazón: un corazón compasivo, generoso, consciente de que los bienes no son propiedad nuestra sino que el Señor los pone en nuestras manos para que los administremos con criterios de evangelio: compartir, ayudar, y no porque toca sino por amor. La ley es el amor: los bienes en tus manos están disponibles en función de tu amor o de tu egoísmo, de tu generosidad o de tu tacañería.

Sabemos que el amor está vivo en tu corazón, pero tal vez éste no sea suficientemente limpio por culpa de los rebrotes del egoísmo.

* En nuestro entorno hay organizaciones con espíritu evangélico que nos pueden purificar de las pequeñas compulsiones económicas y canalizarnos la generosidad a favor de los más desdichados

* Un problema que puede inquietar nuestra conciencia es el de dar respuesta a las personas que por la calle o en las puertas de las iglesias piden dinero. No es fácil tomar decisiones en cada caso: aquella persona que pide es posible que lo necesite y también es posible que esté abusando de los buenos sentimientos de la gente. A menudo la necesidad y la picaresca se confunden. Tanto si hay una necesidad como si se está abusando, siempre se puede aconsejar orientarlos hacia centros de acogida y de Cáritas organizados en nombre de todos nosotros. Algunas personas que yo conozco miran de vez en cuando de detenerse amablemente, preguntarles qué les pasa, escuchar un poco, mantener una breve franca conversación y si finalmente parece oportuno darles una pequeña limosna. En todo caso aquel pobre que ve pasar de largo tanta gente, ha encontrado alguien que se ha interesado por su persona. Tal vez ésta sea la mejor limosna que les podemos aportar. Todo es cuestión del corazón.

El Evangelio es un reto purificador que nos invita a cambiar de enfoque y dar un sentido pleno a nuestro uso de los bienes materiales. En la medida en que valoramos con criterio evangélico los bienes materiales, la mirada del corazón nos hace descubrir otros bienes más sutiles y valiosos como son los bienes de dimensión humana y espiritual. La mirada del corazón es el sentido oculto que nos ilumina para valorar y agradecer la bondad, la belleza, la finura de espíritu, la ternura, la amistad... en las personas, en la naturaleza, en el Creador, en Jesús.

La mirada del corazón pienso que es cosa del Espíritu Santo que dentro nuestro actúa como un radar receptor y emisor de todos los bienes que pasan por nuestras vidas.

Tipus recurs pastoral: