Señor, gracias por no engañarnos,
por hablarnos claro
y mostrarnos las dificultades del camino.
Otros nos deslumbran
con soluciones fáciles e inmediatas,
pero Tú no nos escondes las contrariedades
que tendremos que afrontar.
Tú nos animas a seguir adelante,
no con palabras vacías,
sino con tu vida,
con tu ejemplo,
con tu testimonio.
Si tenemos presente el ataque tan duro
que soportaste,
no cejaremos,
no nos dejaremos abatir,
no nos cansaremos de resistir.
Porque Tú nunca nos abandonas,
aunque estemos en el pozo más profundo,
aunque nos sintamos acosados por la vida.
Con tu sacrificio
nos has abierto un camino que nos lleva a la felicidad,
y nos animas a seguir luchando,
a no dejarnos llevar por el desánimo,
porque vale la pena aguantar hasta el final.
No queremos caer en la comodidad
de no hacer nada.
Queremos liberarnos de los impedimentos
que no nos dejan avanzar,
para poder llegar a la meta:
estar para siempre contigo.