Domingo XIX del tiempo ordinario

Ciclo y fecha
Cicle: 
C
Temps: 
Tiempo ordinario
Data : 
Domingo, 7 Agosto 2022
Aumenta, Señor, nuestra fe

Aumenta, Señor, nuestra pobre fe,
para entender
y aceptar tus palabras.
Sin fe no nos es posible
desprendernos de nuestros bienes,
ni mantener nuestras lámparas encendidas.
Sin fe, nos resulta muy difícil
aceptar el camino que propone tu Evangelio.

Aumenta, Señor, nuestra pequeña fe,
que es confianza en tu paso
por nuestra vida
y que nos hace decir, como san Pablo,
«sabemos de quien nos hemos fiado».
Fe que nos permite oír
una voz interior, que es la tuya,
que nos llama todos los días
y que nos habla de la verdadera felicidad
en esta vida y también en la futura.

Aumenta, Señor, nuestra fe,
que nos mueve para la construcción
de un mundo mejor,
atentos a los signos de los tiempos,
llamados al reto de ponernos manos a la obra
y emprender otro estilo de vida.

Aumenta, Señor, nuestra fe,
para estar listos, en vela,
de modo que puedas vernos
con el corazón lleno de anhelo
para encontrarse contigo.
Sabemos que casi todo depende de casi nada,
por eso te pedimos
que nos ayudes a vivir enfocados
en esto que nos recuerdas:
«Donde ponemos nuestro tesoro,
allí encontraremos nuestro corazón».

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Tu amor nunca falla ni se agota jamás

Dios y Padre nuestro, estamos convencidos
de que tu amor siempre nos acompaña.
Jesús nos llama “pequeño rebaño”
y desea que vivamos con confianza y sin miedo,
sin preocuparnos de si somos muchos
o si somos un poquito menos,
sino abriéndonos a tu amor de Padre,
llevando en el corazón el tesoro del Evangelio
y siendo servidores de todos.

Haznos conscientes de lo mucho que recibimos
y deseosos de imitar tu gran generosidad.

En el quehacer diario nos fatigamos pronto
y nos desanimamos a cada paso y dificultad.
Que nos mueva la fuerza de tu amor
que nunca falla ni se agota jamás.

Te pedimos, Padre,
por los que no tienen ninguna esperanza,
por los que no creen en nada ni en nadie.
Y por los que han dejado de creer
en ti y en la fuerza del Evangelio.

También te pedimos, Padre,
por los que han visto en nosotros
contradicciones entre lo que decimos
y lo que hacemos cada día.

Te lo pedimos con la confianza total de que
no olvidas ni excluyes a nadie de tu amor.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Un tesoro que no se acaba

Que tu Espíritu nos renueve, Señor
para que dejemos de una vez,
ese estilo mediocre de ser cristianos
soñolientos, distraídos, apagados-,
y nos empeñemos con ahínco
en la construcción del reino.

Tu Palabra nos invita a vivir confiados
Y a mirar la vida con unos ojos nuevos.
Nos invita a hacer un compromiso claro,
y a vivir atentos a lo imprevisible.
Hoy nos invita a dejar un resquicio
por donde pueda respirar la esperanza,
y pueda sorprendernos tu Espíritu.

Que tu Espíritu en nosotros
nos dé un corazón grande y generoso
para que podamos ver con claridad
que sólo cuando somos capaces
de entregar la vida al servicio del Reino
podemos encontrar aquella paz y gozo,
que Tú nos has anunciado.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Más pobres y más ligeros de equipaje, podemos andar más libres

No temas, pequeño rebaño.
A veces tenemos nostalgia de tiempos pasados
en que éramos más e influíamos más,
y tenemos miedo de vivir a la intemperie,
en un ambiente frío y a veces hostil.

Pero más bien, Señor Jesús,
deberíamos alegrarnos de vivir así,
sin poder confiar en nuestras fuerzas
sino en el don de Dios.

Menos cargados de poder y de prestigio,
sin tener que tirar del carro
de una sociedad que va a su aire,
más pobres y más ligeros de equipaje,
podemos andar más libres
por los caminos que tú nos vas marcando.

Queremos hacer caso de tu palabra
y vivir atentos y vigilantes a los signos de los tiempos,
que no son las glorias de ayer
ni los sueños de mañana,
sino tus llamadas y tus huellas
en el mundo de hoy, que es el que tenemos que amar. 

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
No somos esclavos, sino hijos del Padre del cielo

Señor, te damos gracias por el testimonio de fe
de quienes nos han precedido,
los patriarcas y las matriarcas,
y de todos aquellos que disfrutaron anticipadamente
de tus promesas
y así, confiando en ellas,
las hicieron realidad.

Danos fe suficiente para mantenernos en vela,
para no dejarnos distraer
con el brillo de los bienes perecederos,
sino que busquemos siempre el tesoro mayor,
aquel que no se daña,
aquel que es para siempre.

Que sepamos estar dispuestos,
pendientes de Ti y de tu llegada,
haciendo todo el bien posible
para que los demás también sepan
que ya estás viniendo.

Perdona nuestras distracciones,
nuestra falta de sensibilidad,
nuestra autocomplacencia.

No nos dejes caer
en el vacío de una vida sin objetivos,
oprimidos por las cadenas del egoísmo.

Gracias, Señor, porque estás viniendo
a liberarnos de nuestras cárceles,
a decirnos que no somos esclavos,
sino hijos del Padre del cielo.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret