Aumenta, Señor, nuestra pobre fe,
para entender
y aceptar tus palabras.
Sin fe no nos es posible
desprendernos de nuestros bienes,
ni mantener nuestras lámparas encendidas.
Sin fe, nos resulta muy difícil
aceptar el camino que propone tu Evangelio.
Aumenta, Señor, nuestra pequeña fe,
que es confianza en tu paso
por nuestra vida
y que nos hace decir, como san Pablo,
«sabemos de quien nos hemos fiado».
Fe que nos permite oír
una voz interior, que es la tuya,
que nos llama todos los días
y que nos habla de la verdadera felicidad
en esta vida y también en la futura.
Aumenta, Señor, nuestra fe,
que nos mueve para la construcción
de un mundo mejor,
atentos a los signos de los tiempos,
llamados al reto de ponernos manos a la obra
y emprender otro estilo de vida.
Aumenta, Señor, nuestra fe,
para estar listos, en vela,
de modo que puedas vernos
con el corazón lleno de anhelo
para encontrarse contigo.
Sabemos que casi todo depende de casi nada,
por eso te pedimos
que nos ayudes a vivir enfocados
en esto que nos recuerdas:
«Donde ponemos nuestro tesoro,
allí encontraremos nuestro corazón».