Domingo VI de Pascua

Ciclo y fecha
Cicle: 
C
Temps: 
Pascua
Data : 
Domingo, 22 Mayo 2022
Tu paz es signo de tu presencia entre nosotros

Gracias, Señor, porque tu paz es signo
de tu presencia entre nosotros.
Paz en el corazón, paz en las manos,
paz en las palabras pronunciadas.

En medio de un mundo
tan marcado por la violencia,
es quizás el mejor testimonio
que podemos dar los creyentes.
Nos sabemos hijos tuyos,
sabemos que tú eres nuestro Padre
y, desde esta convicción,
nos sentimos todos hermanos.

Gracias porque tu paso por este mundo
ha dejado huella de bien,
de misericordia y de acogida incondicional.

Gracias porque la paz, tu paz
es un don del alma que tú nos regalas
y que se alimenta de tu palabra
escuchada en una intimidad
que es silencio y contemplación
de tu manera de hacer y estar con todos,
que nos mueve a amar con tu paz a los demás.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Que sepamos escuchar la voz del Espíritu

Te damos gracias, Señor Resucitado,
porque tu alegría
consiste en habitar en nosotros.

Haznos conscientes de quiénes somos
y capaces de ayudar a descubrir
tu presencia a cuantos desean conocerte
o a quienes buscan el sentido de la vida.

Haznos también personas de diálogo,
capaces de escuchar a los demás,
y capaces sobre todo de escuchar
la voz del Espíritu,
como fueron los primeros cristianos.

Que no busquemos imponer ni imponernos,
sino descubrir y recorrer juntos los caminos
por los que tú deseas conducirnos.

Ayuda a tu Iglesia, Señor,
a ser como esta ciudad
de puertas siempre abiertas
a los cuatro puntos de la tierra,
donde tú seas la luz que nos guía
y donde cada persona sienta el gozo
de ser el santuario en que tú habitas.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Señor, quieres que te sigamos por amor

Señor, quieres que te sigamos por amor.
No quieres que lo hagamos
por miedo o por obligación.
Haz que actuemos de la misma manera
con las personas a quien presentamos
el mensaje cristiano.

Tú, Señor, inspiraste
a la comunidad de Jerusalén
un espíritu de apertura y comprensión.
Que los cristianos seamos modelos
de compasión y capacidad de acogida.

Señor, que recordemos en todo momento
que el Espíritu está presente entre nosotros.
Que las decisiones importantes
vayan precedidas de la oración
y el silencio interior necesario
para decir la palabra oportuna.

Que como María
tengamos siempre presente la Palabra de Dios
y que el Señor nos conceda sabiduría
para hacer de la Biblia el alimento de nuestra fe.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
El Espíritu nos hará entender

Señor, tú nos has dicho:
«El que me ama guardará mi palabra».

Nosotros hemos escuchado tu mensaje,
y queremos guardar tu palabra.
Pero cuando nos dices:
«Me voy y vuelvo a vuestro lado»
nosotros nos quedamos –de buena fe–
esperando todavía tu retorno,
sin percatarnos ya de tu presencia.

Hemos escuchado tu Palabra
y queremos guardar lo que nos dices,
para que el Padre nos ame
y hagáis morada en nosotros.

Danos tu Espíritu Santo
para que seamos capaces de entender
lo más hondo de tus Palabras.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Tu Espíritu siempre está presente

Ya veo que esto de las discusiones, Señor,
viene de muy lejos. Siempre ha habido
quien ha querido instrumentalizar a la Iglesia
a favor de sus intereses
y que ha querido hacerla portavoz
de sus obsesiones o fanatismos.

Pero tu Espíritu siempre está presente
en el corazón de tus discípulos
cuando se disponen a buscar la verdad
y a cumplir tu voluntad.

Tu Espíritu nos abre al diálogo fecundo,
nos aleja de la discusión que divide,
nos ayuda a ver en cada nuevo reto
una oportunidad para que tu mensaje
y tu luz lleguen más allá.

Haz de nuestra Iglesia una ciudad
bella, abierta, luminosa,
donde todos quepan
y todos participen de tu presencia
sin envidias ni recelos.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret
Señor, enséñanos a amarte

Señor, queremos que vengas a vivir con nosotros,
pero primero tenemos que aprender a ser dóciles a tu Palabra.

Te pedimos perdón por tantas veces
que no hacemos caso de lo que nos dices,
pese a que nos lo hayas anticipado.
Enséñanos a amarte,
infunde en nosotros el deseo de cumplir tu voluntad.

Reconocemos que olvidamos con facilidad tus enseñanzas
y que nuestra inteligencia no siempre llega a entenderlas.

Envíanos tu Espíritu Santo,
el Defensor que nos recuerde tu mensaje
y abra nuestro entendimiento.

Pero sobre todo que encienda el fuego de tu amor,
la llama que nos purifique de nuestro egoísmo.
Así podremos recibir tu paz,
la paz que nos inunda
cuando nos ponemos a servir a los demás
y que serena el corazón herido.

Gracias, Señor, por no dejarnos solos
y enviarnos tu Espíritu,
el auxilio para nuestra debilidad.

"La Misa de cada día", de la Editorial Claret