Gracias, Señor, por querer estar con nosotros,
por hacerte carne,
por encarnarte,
por ser como uno más de nosotros
y acompañarnos por las sendas de la existencia.
Gracias por elegir una mujer sencilla,
María de Nazaret,
humilde, dócil y valiente,
capaz de abrirse a tu Espíritu.
Gracias, María, por tu sí,
por fiarte de Dios,
por dar tu consentimiento
y querer hacer su voluntad.
Enséñanos a decir:
«Aquí estoy»,
«vengo para hacer tu voluntad»,
«hágase en mí según tu palabra».
Queremos ser como tú,
vivir a disposición de Dios,
para que se cumplan sus planes
y seamos un canal
para que se pueda hacer presente en el mundo
que tanto lo necesita.
Gracias, María, por ser nuestra madre.
Nos has precedido en el camino de la fe
y nos acompañas cada día.
Que no nos falte nunca tu ayuda
y sepamos siempre ser fieles
a la llamada que Dios nos hace.