Cuando creemos
que conocemos todas las respuestas,
llega tu muerte y cambias todas las preguntas.
Ahora, ante el silencio de la cruz,
tú, que eres la Palabra,
nos mueves a activar la memoria del corazón,
abrir lo ojos
y leer la realidad desde tu dolor.
Nada es diferente.
Aún tenemos en los labios
el gusto de tu pan, Señor,
el sabor de cena compartida entre amigos.
Aún escuchamos tu voz al oído que nos dice:
«No tengáis miedo».
Comulgar hoy es pedirte
que llenes nuestros vacíos
y nos ayudes a llevar nuestras cruces.
Tu cruz es expresión
de un amor sin medida
que canta, sobre el silencio y el tiempo,
una melodía de esperanza que invita a confiar.
En tu muerte descubrimos una belleza oculta
que se niega a sucumbir al desánimo,
que nos habla de Vida, de eternidad.
Tu paso por ella ha convertido la tierra
en un lugar de posible encuentro con el Padre.
Sabemos que la muerte no es la última palabra.
Ahora nos toca esperar.
La espera de tu palabra de Vida
es el mapa de nuestra esperanza.