Domingo XXI del tiempo ordinario
Jesús pide a sus seguidores que se definan
1. Hay que definirse ante Dios, ante Jesús, ante los grandes valores cristianos. No es de recibo encender una vela por la mañana a san Pancracio y al atardecer otra al demonio. No podéis servir a Dios y al dinero. Dios no quiere ídolos que esclavicen las personas que él ha creado libres y responsables.
2. Josué da ejemplo: yo y mi familia hemos decidido adorar al Señor. Una vez establecido el pueblo en la tierra prometida, celebra en Siquén una gran jornada que marca el nacimiento de Israel como pueblo. Todas las tribus se comprometen a servir exclusivamente el Señor Yahvé y al mismo tiempo toman conciencia de que forman un solo pueblo. Rompen definitivamente con el pasado y aceptan un firme compromiso para el futuro. No siempre lo cumplirán, pero el contrato con Dios es un contrato. Cada domingo los cristianos tenemos la oportunidad de renovar nuestro compromiso con el Señor, personalmente y como pueblo.
3. También Jesús pide a sus seguidores que se definan. Jesús es como es y se presenta tal cual es. Marca sin remilgos las condiciones del seguimiento. Últimamente su lenguaje se hace insoportable a sus seguidores y a quienes lo quieran oír. Lo ha endurecido y lo mantiene. No tendréis vida si no coméis mi carne y bebéis mi sangre. Intolerable para quien no capta el sentido profundo de sus palabras. ¿Verdad que todos entendemos qué quiere decir la madre cuando se come a besos a su hijo?
4. ¿Qué quiere decir Jesús cuando habla de su carne y su sangre? Quiere decir que se ha hecho uno de nosotros. Y se nos entrega totalmente, sin reservas. Su encarnación, su humanidad, no es una apariencia sino una verdadera realidad. Y en su humanidad acogida con amor y agradecimiento vemos el verdadero rostro de Dios y aprendemos a ser lo que seamos como hombres y mujeres, creados a su imagen y semejanza.
5. Y a la vez nos enseña cómo ha de ser la religión. No una actitud que dé cosas esperando recibir cosas. En tiempo de Jesús se ofrecían a Dios corderos, novillos, palomas, monedas, largas oraciones, solemnidades despampanantes. Y nosotros emprendemos largos peregrinajes o montamos grandes manifestaciones. En cambio, Él propone religión la que Él practica, la autoentrega generosa. Se da a Dios y a nosotros sin reservas. Y nos invita a hacer como él.
6. Esta entrega la manifiesta en el pan y el vino de la Eucaristía. Tomándolos con fe y amor nos unimos a la humanidad resucitada y omnipresente de Jesús. Con Él y en Él nos unimos al Padre y al Espíritu Santo y recibimos la prenda de que seremos un día plenamente como él. Además, nos habilita para continuar en el mundo su presencia.
7. Muchos se echan atrás. ¿También vosotros os queréis ir? Pedro responde en nombre de todos: Sabemos y creemos quién eres. Te aceptamos tal y como eres. Eres el Hijo de Dios hecho uno de nosotros. Gracias. Te queremos seguir. Ahora que una buena parte de nuestra sociedad abandona las raíces cristianas, nosotros optamos por Él.
8. Puestos a definirse, san Pablo propone a los esposos cristianos una alternativa: hacer del matrimonio una ceremonia importante con picapica copioso y un banquete con muchos invitados, o celebrar un sacramento. Pablo nos habla del sacramento del matrimonio como de un gran misterio. Los esposos, con todas las limitaciones, son el signo visible de una realidad invisible. Son signos visibles del amor infinito de Dios a la humanidad.
9. Todo el amor que Dios tiene a la esposa pasa por el corazón del marido. Y todo el amor que Dios tiene al marido lo expresa con el corazón de la esposa. Este amor infinito expresado en una forma tan humana hace del matrimonio una maravilla. Algunos tropiezan con el lenguaje de san Pablo cuando habla de sumisión de la esposa. Desechan el núcleo de la nuez porque no les gusta su caparazón. Quedémonos con el misterio, con el sacramento. Escuchad lo que de Dios dice Isaías: Tu Dios se alegrará de tenerte, como el novio se alegra de tener la novia.
10. Pablo empieza proponiendo una actitud que comprende toda la vida cristiana: Someteos los unos a los otros por respeto a Cristo. Respetaos como Cristo nos respeta. Amaos como Cristo os estima. Él, el Maestro y el Señor, lo muestra lavando los pies a los discípulos, prestándoles con amor el servicio más humilde. Y si Pablo aconseja a la esposa que respete al marido, dice también al marido: Ama a la esposa tal como Cristo la ama, hasta dar la vida por ella. Amor impregnado de humildad y ternura, de calidez, y generosidad. Y de gratitud, de mucha gratitud. Perdonando y dejándose perdonar.
11. El pan y el vino son el sacramento, la cara visible, del Cuerpo y Sangre de Jesús. Los esposos –marido y mujer– son la cara visible del amor invisible de Jesús a la Iglesia. Nada más y nada menos.