Domingo XVII del tiempo ordinario

Cicle: 
C
Temps: 
Durant l'any
Domingo, 28 Julio 2019
P. Josep Vilarrubias Codina, cmf

Señor, ¡enséñanos una oración!

Los discípulos de Jesús iban de sorpresa en sorpresa, tanto por el hecho de verlo curar personas, liberar, escuchar, perdonar, ayudar, como por las enseñanzas, a menudo bien desconcertantes. Pero había algo que los tenía bien curiosos: la relación personal de Jesús con el Dios del Universo. Veían cómo se pasaba horas y horas, sobre todo por la noche, recogido en oración. ¿Qué pasaría por la cabeza del maestro, por su corazón, en aquellos ratos? Y en algunos momentos lo pudieron oír: abbá, ¡padre! (Notemos que son las primeras expresiones del pequeñito al empezar a silabear con labiales su relación con el padre y la madre: ¡ba, ba, pan pan, ma ma!).

Un día alguno de los discípulos se anima a pedir: "maestro, ¡enséñanos una oración! Y Jesús no se va en teorías, nos hará decir como él: abbá, ¡Padre!

Veo un niño con su padre en la orilla del lago. No hablan, miran: y el pequeño, de la mano de su padre, y mirando en la misma dirección, descubre la inmensidad, la belleza, el encanto de las aguas.

Jesús al enseñarnos a orar no se deshace en fórmulas preciosas de oraciones, que ya había, por ejemplo en los salmos. Él de entrada, nos pone en actitud: Abba, ¡Padre! sencillamente nos coge de la mano y nos hace mirar en la misma dirección en que él mira: "Abba, Padre" Y de su actitud filial aprendemos a orar.

Al enseñarnos la nueva oración del Padre en actitud y con confianza de hijos, ahora nos propone unas expresiones que todos hemos aprendido de pequeños de labios de nuestros padres y catequistas; que han empapado todas las generaciones de cristianos y ahora las decimos con las comunidades de todo el mundo.

Pero no perdamos de vista el punto de partida, la actitud de hijos. Él la vive como ante un lago de aguas preciosas y nos invita, más que decir, a contemplar: abba, ¡Padre!

¿Acaso Jesús improvisó como un reguero bien trabado las diversas frases del Padrenuestro?

Insisto: para entenderlo no hay que perder de vista el camino de actitud filial que Jesús seguía en su diálogo con el Padre/Madre.

Seguro que las grandes motivaciones que empujaban a Jesús eran temas recurrentes en su oración filial: la glorificación del Padre del Cielo, el Reino de Dios-Amor (era el gran tema de su Anuncio), la Voluntad del Padre (su motivación en todo, y en todas, que pasaba por la cruz –no lo entiendes, es igual–).

Estas, pues, son las expresiones de la primera parte del Padre Nuestro: Padre del Cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad, aquí entre nosotros tal como se hace en el Cielo.

Hasta aquí, todo es de cara al Padre. Pero el Padre lo envió a convivir con nuestra pobre humanidad. Cuando Jesús tuvo hambre en el desierto no convirtió una piedra en pan, pero cuando la gente tuvo hambre en un lugar descampado el pan se le multiplicó en las manos.

Él se hace solidario de nuestra necesidad del pan de cada día, el pan de la mesa, el pan de la amistad, el pan de la entrega a los más pobres, el pan de la libertad a los oprimidos, de la justicia y solidaridad social... Y nos hace decir: Danos hoy nuestro pan de cada día.

En el gesto de la multiplicación de los panes Jesús repartió alimento para todos. Era un pre-anuncio del pan Eucarístico: Yo soy el pan de la vida, Pan Eucarístico que es fuerza y ​​símbolo de todo el alimento que Él hace salir de nuestras manos para todo aquel que nos lo pide o necesita.

Jesús entregará su vida para que seamos purificados de todo mal. La primera palabra desde la cruz será de perdón: "Padre, perdónalos porque no saben lo que se hacen". Y nos hace decir. Perdónanos nuestras deudas. Eso, sí, para que el perdón del Padre nos llegue debemos estar limpios de toda maldad contra los hermanos; son sus hermanos... Así que tenemos que añadir: así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.

Vemos como Jesús se enfrenta contra el espíritu del mal. El mal nos habría ahogado y Jesús ha venido a salvarnos. Si nos acogemos al Hijo estamos salvados, como los pajaritos bajo las alas de su madre cuando algún mal los amenaza: líbranos del mal.

Todo esto Jesús lo lleva en el corazón, y él lo quiere compartir con nosotros; así debe ser nuestra oración del Padrenuestro.

Esta no es una fórmula cómoda que nos ahorre ir más a fondo en nuestra relación personal con Dios. Es una pista que Jesús nos ofrece para compartir con nosotros su oración.

No es en vano que san Ignacio al enseñarnos a orar en el libro de los ejercicios espirituales nos habla de la oración de respiración (o de compás como la llama también) Y pone como ejemplo que, al compás de respirar vamos diciendo cada una de las palabras del Padrenuestro. Curiosamente, en todo lo que se ha dicho y hecho sobre los ejercicios de san Ignacio, este detalle ha pasado desapercibido. Nuestro respirar es un ritmo vital, que si ponemos atención, puede ir marcando el compás de una oración contemplativa, la del Padrenuestro, en este caso.

Claro y catalán: el Padrenuestro no es para irlo masticando de corrida, como quien va sumando y amontonando méritos. Para saber recitarlo como es debido, deberíamos también saber detenernos algunos ratos a ablandar nuestra actitud filial y confiada, contemplando sin prisas. Así cuando diremos el Padrenuestro, sea en la Eucaristía, sea en el Rosario, etc ... sabremos mejor lo que decimos.

En la segunda parte del texto el Maestro insiste de diversas maneras y en lenguaje familiar a que confiemos siempre como los niños confían en sus padres, sabiendo que siempre somos escuchados. Y que se nos dará mucho más de lo que estamos pidiendo: se nos dará el Espíritu Santo:

Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá.

Tipus recurs pastoral: