Domingo XX del tiempo ordinario

Cicle: 
C
Temps: 
Durant l'any
Domingo, 18 Agosto 2019
P. Josep Vilarrubias Codina, cmf

¡He venido a traer fuego a la tierra!

Puede que no necesitemos alarmarnos ante esta expresión de prender fuego. Sí que el fuego nos evoca quemaduras, incendios, devastación,... Pero también el fuego al quemar elimina las impurezas del oro y lo purifica, le da su propio espléndido resplandor.

También llamamos fuego al amor, al entusiasmo, al impulso de superación...

¿Por dónde iba Jesús? Parece que sí, que se proponía desbordar la mentalidad de los oyentes para sacarlos del confort mental y desvelar su atención.

De hecho, a continuación dice otra también muy fuerte: "¿Creéis que he venido a traer paz a la tierra? ... Es la división lo que he venido a traer".

Pues si Jesús intenta desconcertar nuestra pereza mental y hacernos aguzar los oídos, estemos atentos a su Palabra:

Está claro que Jesús está hablando del fuego que él lleva dentro y que, como la máquina de vapor, le mueve siempre en la dirección del Anuncio del Evangelio, en fidelidad al Padre... ¡Y como quisiera encender este fuego en el mundo! Prender fuego, provocar un incendio que queme tanta suciedad de la humanidad y haga resplandecer el oro puro que se esconde y que es su grandeza ante Dios y ante toda la creación.

¿Cuál es este fuego del Corazón de Cristo que él quisiera esparcir por toda la humanidad? El evangelio nos lo deja entrever: el amor filial al Abbá, su Padre, el amor fraternal, amistoso, con el que nos quiere salvados, con una fuerza que le impulsa a una donación total, hasta entregar la vida en la cruz.

Este es el fuego que Jesús lleva en el corazón y que quisiera que quemara en todos nosotros y en todo el mundo.
Siguiendo con la comparación del fuego que purifica el oro, vemos como el mismo Jesús sabe que calar su fuego en el mundo no es un tema fácil. Sabe que él mismo tiene que pasar por la prueba purificadora y vitalizadora, la entrega por amor a nosotros: Tengo que pasar la prueba de un bautismo. Como me siento el corazón oprimido hasta que no lo habré pasada. Es lo que llamamos "Misterio Pascual": la Muerte y Resurrección.

Él mismo por su Espíritu nos hará partícipes de este misterio de muerte y vida. Será en el momento de nuestro Bautismo y nos acompañará hasta que lleguemos con Jesús en el paso de muerte a Vida.

El fuego que Jesús nos envía es devorador, tanto que al apoderarse de nosotros produce divisiones. "Pensáis que he venido a traer paz a la tierra; os aseguro que no... Desde ahora en una misma casa habrá cinco divididos tres contra dos y dos contra tres..."

La transformación que produce en una persona el fuego del Señor provoca en muchos casos violentas oposiciones que en bastantes casos conduce hasta el martirio.

El evangelista Lucas, en el momento de escribir el Evangelio al final del siglo primero, conocía bien el sufrimiento y la violencia de que eran víctimas los nuevos creyentes perseguidos por sus familiares paganos. Todavía hoy las situaciones de persecución y de martirio se van repitiendo.

El viejo Simeón lo había profetizado a María el día de la Presentación de Jesús en el templo: Este hijo será signo de contradicción y una espada atravesará tu alma.
El fuego del Evangelio es para nosotros potente y purificador. Y es opuesto al espíritu del mundo.

Pero en todo Jesús nos dirá: no temáis. ¡Yo he vencido al mundo!

Tipus recurs pastoral: