Domingo II de Cuaresma

Cicle: 
C
Temps: 
Quaresma
Domingo, 17 Marzo 2019
P. Josep Vilarrubias Codina, cmf

La Transfiguración de Cristo es un espejo donde nos podemos ir reconociendo como hijos queridos

Veo la Transfiguración del Señor como un icono de colores luminosos y con un potente claroscuro. Se nos ofrece una ventana abierta a la relación paternal-filial entre Jesús y el Padre que nos pide de escucharlo.

El icono de la Transfiguración la vemos enmarcada entre la fe de Abram, en la búsqueda de la divina presencia del salmo 26 y en un aviso a los filipenses entorno a la fe y el estilo de vida cristiana.

Abram: su fe ante la promesa de Dios, humanamente imposible, que en su vejez pudiera tener una descendencia incontable como las estrellas. Dios le magnifica la fe.

Aquella misma noche Abram pasó una oscura crisis que desembocó en la respuesta exultante de Dios en el símbolo del fuego. ¿Intuir el claroscuro? Señala hacia el misterio pascual de muerte y resurrección. Os invito a releer todo este grandioso texto. Aquí no nos podemos extender más. Si alguien lo pide, lo haremos.

Salm26: El Señor es mi luz y mi salvación. ¡Escucha mi voz, Señor! /  Ten piedad de mí, respóndeme. /  De vuestra parte el corazón me dice: buscad mi presencia.

Filipenses: Hermanos, hay muchos que, por su estilo de vivir, son contrarios a la cruz de Cristo. Nosotros esperamos un Salvador, Jesucristo el Señor que transformará nuestro pobre cuerpo para configurarlo a su cuerpo glorioso ...

Hasta aquí, el marco del icono. Los iconos más que para ser explicados son para ser contemplados. Y de paso nos hacen de espejo.

Observemos atentos las pinceladas de Lucas:

Jesús sube a una montaña (alta, precisan Mateo y Marcos).

Sube a orar.

Se hace acompañar de los tres discípulos que un día tienen que ver a Jesús orando en Getsemaní.

– Mientras ruega se transfigura.

– Moisés y Elías están: hablan con Jesús de su Éxodo.

– Los tres discípulos se encuentran en la gloria: "haremos tres tiendas..."

– Una nube les envuelve.

– Se oye la voz del Padre: Es mi Hijo, el escogido: escuchadle.

– Finalmente se lo encuentran a él solo y les manda de callárselo (hasta que él no haya muerto y resucitado, en Mateo y Marcos).

En el lenguaje bíblico la nube sobre el monte señala la presencia de Dios. Recordemos el Sinaí, la montaña de la Alianza. Pero no necesitamos ir tan lejos: Montserrat, por ejemplo, es una montaña que nos lleva mucho más arriba, mucho más adentro.

Al norte de la Galilea, limitando la Tierra Santa, domina el Hermón, una montaña alta, con nieves casi perpetuas, que recuerdan nuestro Pirineo. Al pie del Hermón nace el río Jordán. No me descoloca imaginar que Lucas esté pensando en la montaña alta que limita el país. El Tabor con su forma singular ha ido bien para la tradición sobre la Transfiguración.

Al situarnos en la montaña se nos señala que el pasaje de la Transfiguración debe tener lugar en el contexto de la oración de Jesús.

En el inmenso silencio de la montaña la oración del Maestro hace descubrir a los tres discípulos su realidad profunda: resplandeciente, glorioso. ¡Es el Hijo de Dios!

Mientras oraba, cambió el aspecto de su cara y su vestido se volvió blanco y resplandeciente.

Al orar Jesús, aparece su gloria de Hijo del Padre.

En eso los envuelve una nube y se oye la voz del Padre: Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.

Junto con Jesús Transfigurado han aparecido Moisés y Elías, los grandes predecesores del Éxodo que Jesús debía afrontar.

Moisés el enviado de Dios para liberar de la esclavitud de Egipto los descendientes de Abraham y había sido constituido mediador en la Alianza entre Dios y el Pueblo en los cuarenta años del camino del desierto.

Elías después de cuarenta días de huida dolorosa y cargante, a la montaña Horeb en el Sinaí, había descubierto, en la brisa de la mañana, la presencia y la llamada de Dios.

Jesús, Moisés y Elías conversan sobre el Éxodo, el Traspaso de Jesús que iba a consumar en Jerusalén.

Es en el imponente claroscuro de la Pasión y la Resurrección donde Jesús se transfigura.

Los tres discípulos se sienten como en la gloria. Pedro, fuera de sí de ver al Maestro glorificado en medio de Moisés y Elías, sale con la propuesta de las tres tiendas.

Y a continuación oirán la voz del Padre que en el signo de la nube les habla: ¡Este es mi Hijo, el escogido! ¡ESCUCHADLE!

También nosotros, deslumbrados por la grandeza del Hijo de Dios y pasmados por su Pasión y Muerte, percibimos la voz del Padre que nos dice: ¡Es mi Hijo, escuchadle!

La Transfiguración de Cristo es un espejo donde nos podemos ir reconociendo como hijos queridos, elegidos, y en proceso de transfiguración según la imagen del Cristo.

Habrá que bajar de la montaña. Jesús se les muestra como siempre lo han visto, no transfigurado, y les dice de no contar a nadie la experiencia que acaban de vivir, hasta que, tal como puntualizan Mateo y Marcos, él no haya muerto y resucitado. Y es que la realidad plena de Jesús solamente la podemos captar y vivir, por la fe en Cristo Muerto y Resucitado.

En la oración inicial de la celebración eucarística de hoy hemos dicho: Tú que nos mandas escuchar a tu Hijo amado... haz que, purificada nuestra visión interior, disfrutemos de la contemplación de tu gloria.

Tipus recurs pastoral: