Señor Jesús,
el evangelio invita a contemplarte
entrando a la sinagoga con tus discípulos,
encontrando a la gente en las casa o caminos,
rezando con la comunidad o personalmente,
relacionándote con todos,
buenos y malos, sanos y enfermos,
sin excluir a nadie
y sin miedo a aproximarte
a marginados y pecadores.
Me admira, Jesús, tu capacidad
de renovar y transformar a las personas,
de no dar a nadie por perdido,
de provocar que quienes se encuentran contigo
y ven tu modo de ser y actuar
se hagan preguntas.
Y yo, junto con mis hermanos y hermanas
con quienes compartimos la fe,
quiero ser tu discípulo y testigo.
Haz que, permaneciendo
a tu lado, aprenda de ti cada día,
que desee adquirir tus actitudes,
que nunca me dé miedo acercarme a los demás,
a los que me puedan cuestionar,
a los que sufren o a los que viven
de modo muy diferente a lo que tú propones.
Haz que viva no como maestro,
sino como testigo, compartiendo la alegría
de haber sido cautivado por tu persona
y de experimentar en mí
la fuerza renovadora y curadora de tu amor.